Margaret Tait. Elogio a lo pequeño | por Elena Duque

Margaret Tait

La épica impresiona, estremece. Esas historias más grandes que la vida, las películas imponentes y grandiosas con sus luces, sus planos con grúa, con sus intensas y soberbias estrellas sin duda emocionan y electrizan. También hay otro tipo de obras, inabarcables y complejas, que fascinan, que hacen pensar. Pero, a pesar de todo, yo me quedo con las cosas pequeñas. Lo que está hecho a la medida humana, lo que cabe en un bolsillo, lo que se puede usar para andar por casa. Eso es lo que realmente me toca por poder considerarlo del todo mío, porque se puede ser pequeño también al contemplarlo. Es por eso que quiero hablar de las películas de Margaret Tait, porque lo pequeño y humilde goza de mi adhesión incondicional por poder poner en marcha los mecanismos de la emoción y del pensamiento con muy pocos recursos.


Las películas de Tait son objetos modestos y soleados, películas-poema compuestas con palabras  sencillas y primitivas. La mayor parte de su obra son cortometrajes que filmaba en su tierra natal, Orkney, archipiélago del norte de Escocia. Sólo hizo un largometraje en su vida, y ya cuando contaba más de setenta años. La isla, las personas que la habitan, su jardín, o las rayas de un quilt son los protagonistas de las pequeñas películas que hacía con su cámara de 16mm.


Margaret Tait fue una de esas personas que deciden, en un momento dado, convertir su vida en lo que desean que sea. Nació en 1918, en Orkney, como ya hemos dicho, y en 1941 obtuvo una licenciatura en medicina en la Universidad de Edimburgo. Provenía de una familia de marinos mercantes, afincada en aguas que bien podían tornarse de amables a traicioneras. Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió como médico en su tierra y en el extranjero, en la Royal Army Medical Corps. A finales de los 40, trabajó en hospitales de Inglaterra como médico suplente.


Margaret TaitY así fueron las cosas que, nueve años después de licenciarse, Tait decidió irse a estudiar cine en el Centro Sperimentale di Cinematographia, en Roma, donde estuvo entre 1950 y 1952 -como le diría a Gerda Stevenson, "hacer cine empezaba a copar la mayor parte de mi tiempo, así que empecé a pensar que no era seguro que anduviera suelta por ahí como médico". Luego, regresó a Escocia y fundó Ancona Films, su modesta productora, con la que hizo las 32 piezas que componen su filmografía. Además de hacer poesía filmada, Tait también hizo poesía escrita, en el mismo lenguaje llano y significativo que usa en sus películas, varios libritos que se autoeditó en una muestra más de su espíritu "hazlo tú mismo". Véase una muestra, toda una declaración de principios, de su libro The Hen and the Bees: Legends and Lyrics:


FOR USING


Materials things are only tools
Or they're nothing.
Food is a sort of tool,
And paint-brushes, pencils, cameras, books,
All tools of a kind
For making a life
Or lives.
But too much food is poison,
Comfort a permanent anaesthetic,
And too many paint-brushes, cameras, books
Waste away as toys.
A tool has the feel of the user's hand on it
If it's a real tool.
A tool that is fully used
Gets a bloom on it
From its own essential-ness.
All other bits and things are clutter.


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Fue una persona, Tait, que hizo películas por pura perseverancia, y por el puro placer de hacerlas. Fue el suyo, como alguien diría, un trabajo de amor. Tait componía sus piezas con retazos que filmaba aquí y allá en Kirkwall, o en su isla. Usaba, también, trozos de rudimentaria animación stop motion que ella misma hacía. Hizo, a su vez, varias piezas pintando laboriosamente figuras bailarinas directamente sobre los fotogramas: tal es el caso de Calypso (1956), John MacFadyen (The Stripes In The Tartan) (1970) y Painted Eightsome (1970). Llegados a este punto, hay que decir que quien esto escribe no ha visto más que una pequeña parte de las películas de Tait: apenas las recopiladas en la imprescindible edición de Lux, y un par de piezas más que se pueden consultar en el archivo de cine de Escocia. Ver o conseguir su largometraje, titulado Blue black permanent (1992), se ha revelado imposible, al menos desde este valle del norte de España desde el cual escribo. Hasta el punto de llegar a plantearme hacer un viaje, en algún momento, a las islas Orkney, pues en la biblioteca pública de Kirkwall hay una copia que se puede ver en su sala de visionado. Y quizás sería lo más propio, viajar a Orkney guiado por el cine de Tait, para ver su película cerca de las aguas azul oscuro que la inspiraron.


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A falta de más material me queda, pues, desmenuzar el que tengo a mano. Quizás puedo empezar con los retratos filmados (que además se dejan ver por youtube), pues es el retratar la esencia de una persona a través de algunas imágenes la idea que mejor expresa a qué se dedicaba Tait. A Portrait of Ga (1952) es el retrato de la más bonita y anciana muchacha que se ha visto jamás, que resulta ser la madre de Tait. Una anciana que fuma, baila, pasea, bebe un té, come un caramelo. Una serie de gestos, sonidos y palabras que dan una idea justa de la clase de persona ante la que nos encontramos. En palabras de la escritora escocesa Ali Smith, "Un largo plano de su madre, desde atrás, casi corriendo, casi bailando por un camino rural bajo un arcoiris grisáceo es, a la milagrosa manera de Tait,  tan cotidiano y tan natural como para dejar a quien lo contempla renovado y sabiendo de nuevo lo que es, simplemente, estar vivo". Por su parte, Hugh MacDiarmid, A Portrait (1964), es una semblanza del poeta escocés MacDiarmid, una forma de regresar a alguien apodado "el león de Escocia" a su nivel primario, para encontrarnos con los vestigios del MacDiarmid niño/adulto que camina por el borde de una acera.


Margaret Tait Margaret Tait Margaret Tait

Después de esto, algunas piezas que podemos llamar poemas, o bien cajas de secretos, o tesoros encontrados en la acera. Aerial, por su parte, conecta las cosas que flotan, que caen en la tierra, en todo un ejercicio de reparar en los detalles, en esos milagros cotidianos inadvertidos. En Colour Poems (1974), las rascaduras en la película velada se convierten en cosas y seres ondeantes, para luego dar paso al mar, a las voces, a las flores y a las caras. Una sinfonía de colores, cromáticos y emocionales, del entorno de Tait, voces y gestos sencillos, menudencias en los que repara, coleccionándolas. Otro tanto de este saber mirar, los barcos, las calles, las grúas, una manzana que se come a sí misma es Where I am is here (1964), título más que expresivo. Como un sueño confortante y agudo. De 1976 son Tailpiece, una fragmentada y onírica mudanza, y Place of work, como su nombre indica, y en el sentido más amplio de la palabra, el lugar en donde Tait trabajaba y vivía, cosas que vienen siendo prácticamente lo mismo en este caso.


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Margaret TaitPragmatismo escocés, optimismo, generosidad y espíritu experimental. Cuando se ve una película de Tait, desde los mismos títulos de crédito, como de juguete, se sabe que se va a ver algo particular, algo justo, algo verdadero. Gerda Stevenson, actriz de su largometraje Blue Black Permanent, escribía así en el obituario de Tait, a su muerte en 1999, después de completar la que sería su última película en 1998, Garden Pieces: "La Primula Scotica crece sólo en unas pocas áreas costeras del norte en Escocia. Hay que caminar mucho para encontrar una e, incluso haciéndolo, puede eludirte. Esta pequeña flor, un símbolo usado por Margaret Tait en su película Blue Black Permanent, encierra la esencia de la propia cineasta, una persona reservada con una visión única, firmemente enraizada en su Orkney natal. A los 9 años, mandaron a Margaret a un internado en Edimburgo. El sentimiento de aislamiento al ser desarraigada a tan temprana edad, sin duda reforzó su intensa identificación con su Orkney natal... Sus horizontes eran amplios, pero ella estaba arraigada en Orkney. Sus rocas, su mar, su aire eran parte de ella, como poderosamente expresó en Blue Black Permanent, particularmente en esa inolvidable última secuencia, mientras la cámara incesantemente busca la orilla, hacia el sonido evocador de una voz solitaria cantando"(texto completo aquí). Por mar, en un barco, me gustaría llegar un día a Orkney. Las Orcadas, en español.


Pero Tait, claro, no está sola en su pequeño y vital hacer. A la misma estirpe pertenece, por ejemplo, Woodie Guthrie con sus hechizantes canciones infantiles, una rudimentaria grabación de voz, con ocasional guitarra y percusiones que se pueden adivinar hechas golpeando una mesa o el revés de la guitarra. O Beat Happening, en su primer disco, utilizando una grabadora de cassette casera para registrar de manera tan emocionante la música que se puede hacer sin saber tocar, y sin tener apenas instrumentos. O Jonas Mekas grabando su vida en 16 mm, viajando a Lituania con su cámara en ristre. O Agnes Varda tirando un enchufe desde su casa, para registrar la vida de su calle, la calle Daguerre, cuando la maternidad le impedía ir más lejos. O Chris Marker convirtiendo una secuencia de fotografías estáticas en cine, de una manera única. O el aduanero Rousseau pintando laboriosamente sus cuadros ingenuos y poderosamente evocadores. O Henry Darger, ese tímido conserje que hacía los dibujos más extraños y turbadores jamás vistos. Y eso sólo por nombrar a unos pocos, a bote pronto, entre aquellos que con poco o ningún conocimiento, o con escasos recursos, consiguieron con ardor y con entusiasmo crear cosas que inspiran, conmueven y ponen en marcha el cuerpo y el espíritu.


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