Raoul Servais: Estética y Política | por David Flórez

Introducción


Raoul Servais“Cuando mucho después fui invitado por Disney para mostrar mis cortos en una especie de retrospectiva para su personal creativo, me sentí un tanto avergonzado por mostrar mis películas un tanto torpes a esos grandes artistas, pero me quedé sorprendido cuando tras la proyección se acercaron y me dijeron: Bien, es usted un hombre afortunado, sus películas son buenas, pero pudo hacer lo quiso, en completa libertad, algo que nosotros no pudimos y por lo que a veces nos sentimos frustrados”. (1)


Este texto que comienza aquí se pretende una reseña de la compilación de cortos de Raoul Servais, el gran animador flamenco, que ha editado recientemente Intermedio, pero antes de entrar en materia no he podido evitar incluir la cita de Servais que figura arriba, la cual es un ejemplo perfecto de la humildad de este artista experimental, figura fundamental en la historia de la animación.


Puede parecer extraño que incluya  las palabras “humildad”, “experimental” y “fundamental” en una misma frase, pero pocas veces podrá ser más apropiado, puesto que lo que Servais nos confiesa en esa entrevista, un poco antes de pronunciar las palabras que he incluido, es su profunda admiración por las obras de la factoría Disney (al menos las de los últimos años 30 y principios de los 40) que constituyeron un hito en la evolución de la forma animada, pero también lo equivocado que habría estado en seguir sus pasos.


En efecto, lo que Servais nos relata es un secreto a voces para todos los que conozcan un poco  la historia de la animación. En su caso, seguir los pasos de Disney hubiera sido un gravísimo error, ya que no hubiera pasado de ser un mero copista enfrascado en igualar los logros de otras personas, siempre un paso detrás de ellos y sin los medios para alcanzarlos, mientras que su estilo, basado en seguir la vía del arte contemporáneo, especialmente la pintura considerada como arte hermana de la animación (lo que quizás sea, por cierto, la causa de la repugnancia que la animación despierta en los esencialistas del cinematógrafo) fue un auténtico camino hacia la libertad, el único modo de labrarse un estilo personal, manteniendo así su independencia y su integridad, como bien demuestra el elogio que los animadores del estilo Disney le dedicaron en su visita al estudio.


Una manera, la de Servais, que en sí constituye una paradoja, no ya por el mero hecho de que cada uno de sus cortos se revista con un estilo distinto y original, creando auténticos ejercicios de estilo con los que explorar nuevas vías formales, sino que ese esteticismo a ultranza se halla al servicio de un profundo compromiso político que en los tiempos que corren a algunos les puede parecer extremista y peligroso, sin que ninguno de los términos de la ecuación, el estético o el político, se resientan en absoluto.


Pero antes de comentar los rasgos estilísticos de Servais, ese eterno estar en el camino, buscando y experimentando, sin conformarse con nada, para construir objetos artísticos que no sólo deban ser admirados por su belleza intrínseca, sino también (y no quiero decir especialmente) por su mensaje político, es preciso examinar la edición de Intermedio.


La edición


Como pueden imaginarse, que Intermedio haya editado esta integral, con limitaciones, de Raoul Servais, es un hito en el mundo de la edición DVD de este país.


En primer lugar porque, al contrario que otros entornos culturales (EE.UU. y Francia, mayormente) la edición en este país de las obras de un maestro de la animación es una excepción (2), que viene a quebrar uno de los equívocos más persistentes en la percepción de la forma animada, aquel que dice que la animación sólo es posible en dos sabores distintos, la de producto para niños desprovisto de cualquier elemento que pueda asustar a sus padres (Disney y sucesivas encarnaciones) o producto destinado al público adulto cuyo único valor redentor es su supuesto aire de subversión (Family Guy y demás derivados), apreciación que viene a dar la razón al desprecio de la gran crítica, que no ve en la animación otra cosa que productos indignos de las formas nobles de la disciplina.


Por ello, resulta especialmente importante que haya sido precisamente Intermedio la responsable de haber traído los cortos de Servais a este país. Si se revisa su catálogo (magnífico y especialmente pertinente, por otra parte, dados los tiempos en los que vivimos) el tipo de cine que esta editora promueve, en su doble vía de ascético y documental, se hallaría en las antípodas del cine animado, el paradigma de la realidad recreada, disociada de la realidad y donde el azar, es decir, la emoción, no tiene cabida, como proclamaban los grandes teóricos de la crítica francesa. Es precisamente esa condición de excepción y de contradicción dentro de la línea general de Intermedio, la que convierte esta edición en una llamada de atención largamente necesitada, mostrando a todos los amantes del cine la existencia de otra animación, la verdaderamente importante, no aquella de la que todos hablan pero que luego hacen de menos.


Desde el punto de vista de sus contenidos, la edición de Intermedio coincide con la francobelga de hace ya varios años, desgraciadamente descatalogada (y mejor no miren los precios a los que se cotizan los ejemplares de segunda mano), excepto en un pequeño detalle, que señalaremos luego. La calidad de imagen y sonido de la francobelga era encomiable en todos los sentidos, ya fueran estado de los masters, respeto del formato original o cuidado en la transferencia/codificación, apartado en el que la edición de Intermedio no tiene nada que envidiar a su homóloga. Respecto al contenido, una edición integral en orden cronológico como ésta permite seguir la evolución de un creador desde sus inicios hasta el presente más reciente, proceso en el que el espectador puede constatar el afán por reinventarse a sí mismo y a su arte que es característico de Servais, junto a la persistencia de ciertos temas y soluciones estéticas que son los que le definen como autor.


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Raoul Servais

¿Y cuál es entonces el pero del que hablaba? Simplemente que los extras de la edición francobelga se han desvanecido en su encarnación española. Esta pérdida podría parecer tolerable, sino fuera porque estamos hablando de cerca de hora y media de contenidos adicionales de esos que realmente importan, ya que nos permiten conocer la figura del artista, sus obsesiones y sus recuerdos, contados por él mismo. Hablo, en concreto de la larga entrevista (30 minutos) Abecedario, en el que el animador se define a sí mismo en 28 pequeños cuadros, cada uno con un título que utiliza una letra del alfabeto, además del documental Viejos Maestros (42 minutos) dedicado a artistas contemporáneos, donde Servais es presentado como una figura artística a la altura de un Brueghel o un Magritte, una gloria de las artes de los Países Bajos, en definitiva.


Antes de revisar la edición de Intermedio, tenía la esperanza de que parte de esos textos hubieran encontrado su camino en el libreto que acompaña la intención, especialmente los de Abecedario. Desgraciadamente no ha sido así, aunque la entrevista a Servais que figura en el libreto, junto con una semblanza cronológica/estética de su obra, sea más que interesante. Como habrán podido intuir, la cita que encabeza este artículo procede precisamente de ese documental-entrevista, Abecedario, así que ya pueden imaginarse qué es lo que se están perdiendo: escuchar a un artista vivo hablar de su arte, con una sinceridad y una humildad poco frecuentes, utilizando un lenguaje al alcance de todos, sin apabullar con sus conocimientos y sus citas, como otros.


Estética y Política


Por supuesto una edición no puede juzgarse simplemente por su calidad técnica. Si el contenido es completamente prescindible, poco importa que nos los vendan en 1080p con sonido 5.1, a menos que lo utilicemos para demostrar las prestaciones de nuestro flamante Home Cinema. Por esta razón, siempre que comento una edición en DVD, me gusta señalar las razones por las que la obra en ella contenida me parece valiosa, más allá de las habituales vaguedades similares a las que han tenido que soportar hasta estas mismas palabras que están leyendo ahora. En esta ocasión, sin embargo, en vez de intentar aislar unas constantes de estilo, identificables a lo largo de la obra recogida en la edición, me voy a centrar en la comparación de dos cortos, Chromophobia (Cromofobia) (3) de 1966 y To speak or not to speak (Hablar o no Hablar) (4) de 1970, ejemplos magníficos de la evolución estética y temática de Servais en apenas cuatro años, hasta el extremo de que parecen haber sido creados por distintas personas.


Ambos cortos comparten un mismo tema, la infiltración en el seno de una sociedad de elementos que acabarán utilizando los mecanismos sociales en su propio beneficio, hasta instaurar un régimen en el que las únicas ideas y comportamientos tolerados son aquellos impuestos por los invasores, imposición disfrazada a partes iguales de inevitable y necesaria, y mantenidas con un aparato represivo y opresor, más o menos visible.


En este sentido, la presentación de este tema en Chromophobia puede calificarse de más burda que en To Speak or not to Speak, o al menos expresarse en términos menos sutiles, en el blanco y negro al que hace referencia el título y que, como veremos, es uno de los ejes temáticos del corto. En la obra de 1966, los malos y los buenos son perfectamente identificables de manera que un abismo infranqueable separa a las víctimas de sus torturadores. En el corto de 1970, por el contrario, las barreras y las divisiones son más sutiles, de manera que la infiltración a la que hacía referencia se produce realmente por la apatía y la connivencia de sus propias víctimas, seducidas por las ventajas y comodidades que sus futuros opresores les prometen, en un proceso de autodestrucción asumida que va acompañado por un proceso paralelo de desenfoque, ya que si al principio del corto el espectador es capaz de distinguir claramente las posturas políticas a las que se está criticando, la situación final parece obedecer a una sociedad en la que las ideología han acabado confundidas entre sí, reducidas a un sistema donde la opresión, la mentira y la esclavitud reinan por completo.


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Es en esa conclusión final donde los cortos adoptan posturas completamente opuestas, atribuibles al diferente clima político de la Europa de 1966 y la de 1970. Chromophobia es claramente optimista, puesto que el régimen opresor es derribado por una rebelión popular que se fundamenta en la creación de una organización en la clandestinidad, la cual realiza acciones de protesta amparadas en la explotación de los puntos débiles del enemigo, utilizando una estrategia que no puede calificarse de otro modo que de guerrilla urbana, clara evocación de la resistencia contra el nazismo en la que Servais militó. En To speak or not to speak, por el contrario, ninguna fuerza, ni siquiera las mismas que han desatado el proceso, pueden oponerse a la lógica implacable del proceso, la aparición de ese sistema opresor que acaba por devorar todo, incluso a sus mismos creadores. De hecho, cuando uno de los personajes, el que representaría a ese movimiento de resistencia clandestina, decide por primera vez levantar la voz, ya es demasiado tarde, concluyendo el corto en el mayor de los pesimismos.


Por supuesto, si las obras de Servais se limitaran a transmitir estos conceptos no pasarían de ser meros panfletos, o si quisiéramos utilizar un apelativo más noble, obras de tesis. Es en la plasmación de estas ideas, el modo en el que se convierten en imágenes, donde realmente se puede apreciar la valía y el talento de un artista, la diferencia entre los que se limitan a traducir conceptos de forma rutinaria y los que saben hacer visible aquello que el texto apenas dejaba entrever.


Servais, por supuesto, pertenece a esta última clase.


En ese sentido estético, Chromophobia es un corto de transición, su última obra de formación y su primera de madurez. En ella son aún evidentes las influencias en las que se ha inspirado, desde el estilo basado en el grafismo y la geometría que hizo triunfar la UPA, al gusto por el ritmo desenfrenado y el arrebato visual de  la mejor tradición Warner. No obstante, desde el primer instante, está asimismo claro que estamos trabajando con un creador original, o mejor dicho, con un artista que posee ese instinto, el ojo, podríamos decir, que le permite ver más allá de las formas, liberarse de las ataduras de la realidad en las artes visuales, para descubrir las relaciones ocultas entre los objetos. En otras palabras que no parezcan tan hinchadas, ser capaz de darse cuenta de cómo un objeto, por analogía, puede transformarse en otro y, sobre todo, ser capaz de integrar esas transformaciones en un todo orgánico que sirva para mostrar y argumentar la tesis de su corto.


Un dominio de los recursos formales que muchos, dentro y fuera de la animación, buscan toda su vida sin encontrarlo y que Servais alcanza en su segundo corto sin apenas esfuerzo aparente. Un uso en el cual, además, el animador flamenco muestra la sensibilidad propia de un pintor, capaz de jugar con los contrastes cromáticos para transmitir estados de ánimo y sentimientos, lo cual, en un corto que busca ilustrar el combate entre opresión y libertad por medio de la oposición entre el color más vivo y el blanco y negro, pueden imaginarse que es esencial e irrenunciable.


Esta maestría en el uso de los recursos formales es evidente también en To speak or not to speak, con la salvedad de que en esta ocasión, como había indicado anteriormente, el corto parece casi rodado por otra persona distinta, prueba perfecta de cómo Servais procura no encasillarse estilísticamente, refugiándose en la facilidad, sino explorar nuevas rutas. Poco queda en este corto de la simplicidad infantil o el entusiasmo juvenil de Cromophobia, que han sido sustituidos por una animación comedida y una paleta reducida, que evita los tonos puros y brillantes. Esta difuminación y atenuación en el acabado visual es, no obstante, especialmente adecuada en un corto que busca representar una sociedad cansada y derrotada que será incapaz de defenderse de aquellos que buscan sojuzgarla. Es más, cuando los colores vivos aparezcan serán utilizados para representar la mentira, los medios con los que esos invasores buscan convencer a la población de sus supuestas nobles y elevadas intenciones, en claro contraste con la asignación de significados utilizada en Cromophobia y magnífico ejemplo, asimismo, de cómo idénticos recursos pueden ser utilizados por el artista para expresar conceptos diametralmente opuestos, siendo su propia libertad y talento el único límite admisible.


Además de estos cambios en la paleta y en el modo de animación, To speak or not to speak es también un experimento en el uso del grafismo en el cine. La palabra escrita, la manera en que va siendo trazada sobre la pantalla e incluso borrada luego, junto con el modo en que se utilizan diferentes estilos de escritura o se garabatea sobre el texto acabado, se convierten en los auténticos protagonistas del corto, los que nos describen y advierten de cómo nuestras libertades nos son arrebatadas. Una clara llamada de atención a cómo en nuestro mundo hiperinformado e hiperactualizado es la palabra la que construye la realidad, la que nos hace verla, entenderla y comprenderla de una manera o de otra, hurtándonos paradójicamente el directo conocimiento de las cosas y abriendo la puerta a aquellos que quieran distorsionarla para conseguir sus propios fines.


Raoul ServaisConclusión


Poco más se puede decir sobre esta edición aparte de que es de aquellas que hay que tener, a pesar de sus defectos. En pocas ocasiones vamos a tener el placer de disfrutar en España de la obra completa de uno de los nombres mayores de la historia de animación, pero sobre todo, de encontrarnos con la obra de un creador que pondrá patas arriba todas nuestras convicciones estancadas sobre la animación, especialmente las de aquellos que sólo la conciben como Disney, Pixar o Family Guy.


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(1) “When much later I was invited by the Disney Studios for showing my films in a kind of a retrospective for the creative staff, I felt a little ashamed that I have to show my rather clumsy films to those great artists, but I was surprised after the screening that they came to me and they said, well you are a really lucky man, your films are good, but you could make the films that you wanted to do, completely freely, the thing that we are not able to do so and sometimes we feel frustrated because of that”  transcripción de las palabras de Raoul Servais en el documental Abécédaire.


(2) La otra excepción es la Integral Osamu Tezuka que publicara Divisa.


(3) Ver en youtube.


(4) Ver en youtube.


Aaron Katz
Aaron Katz