Marsella, ciudad abierta. Jean-Claude Izzo y la novela negra. Una conversación con Javier Valenzuela | Juan Jiménez García



Jean-Claude Izzo

Jean-Claude Izzo estuvo en el sitio equivocado habiéndose encontrado siempre en el sitio justo. Izzo fue uno de los escritores del noir francés más injustamente desconocidos. Tal vez porque estaba en Marsella, que pese a ser la segunda ciudad de Francia siempre fue otra cosa; un puerto del mediterráneo, una ciudad abierta, permeable. El sur. Conocido fundamentalmente por su trilogía marsellesa (Total Khéops, Chourmo, Soleá) aportó a la novela negra francesa una visión completamente diferente a aquella que llegaba de París (muchas veces como escala final de un viaje que empezaba en Estados Unidos). Fabio Montale, el protagonista de las tres novelas, tenía el hedonismo de otros compañeros de mar, como Pepe Carvalho o Fabio Montalbano, y una necesidad de encontrarse a sí mismo en una soledad llena de recuerdos de viejas amistades y amores. Pero esa búsqueda individual acabaría integrada en algo más amplio, en la ciudad, en esa Marsella de la que era incapaz de despegarse. Y Marsella es también ese lugar donde mafia, bandas locales y problemas sociales aderezados de delincuencia, siempre tuvieron su lugar. Marsella era (es) la ciudad negra por excelencia a la que los escritores del género renunciaron.


Excelente escritor (también en los márgenes del género: ahí está Los marineros perdidos), la suya es una obra profundamente social o política, que se interroga por problemas que ahora están en boca de todos y que llegaron a Marsella ya hace veinte años: las barriadas periféricas llenas de jóvenes desesperados, la abundante inmigración extranjera, el ascenso de la ultraderecha del Frente Nacional…


Para conocerle un poco mejor, aprovechamos la visita del periodista y escritor Javier Valenzuela, autor de Tangerina, un noir que transcurre en la capital marroquí del Estrecho. Fue en los Martes negros de Amnistía Internacional y Cosecha Roja, en el marco del Sporting Club Russafa de Valencia.



Francisca Pageo | Javier Valenzuela

Nosotros vemos a Jean-Claude Izzo, con diferencia, como el más político de los escritores franceses de novela negra. No en el sentido político que puede tener, a lo mejor, Manchette, que también lo es a un nivel similar al del cine de Costa-Gavras, es decir, de tratar grandes temas. Izzo, en cambio, es tan político que podemos decir que en sus libros el fondo es político y la forma novela negra. Pero le interesa tanto una cosa como la otra.


Sí, si como político quieres decir relativo a la polis, a la ciudad, a su organización, y que su organización sea lo más humana posible, estoy de acuerdo en que Izzo es un autor político. Él habla de Marsella, de todas sus tremendas contradicciones sociales, económicas y culturales, y propone soluciones para esos problemas. Soluciones democráticas, soluciones progresistas, soluciones de convivencia cultural y religiosa. En ese sentido sí que es político. Claramente político. Si te refieres a politiquería (yo empleo la palabra politiquería), el partidismo, el juego de navajazos, de los líderes y las organizaciones políticas, no lo es. El sentido político sí. Y me parece reivindicable. Él era una personalidad, como sabes, política. Era claramente un militante progresista y antifascista.



Era comunista...


Fue un tiempo comunista, luego lo dejó. Es muy gracioso, porque su personaje Fabio Montale es un policía, pero es un policía claramente de izquierdas. En ese sentido sí que es político, totalmente de acuerdo.



Me refería a que en sus novelas trata algo que en Marsella estaba presente hace veinte años y como que se adelantó a París: las barriadas, sus problemas sociales, los problemas del Frente Nacional.


Totalmente. La Marsella que él describe de mediados de los noventa, cuando firma su trilogía, es acojonante, porque es un anticipo, no ya solo de lo que pasaría en París, sino de lo que pasaría en toda Europa. De lo que estamos viviendo ahora. Él describe una Marsella que siempre ha sido tradicionalmente un puerto de salida de Francia al Mediterráneo y de entrada del Mediterráneo en Francia, donde el paro y la crisis económica provocan un surgimiento extraordinario de la ultraderecha, que cree que hay muchos extranjeros ya en esa ciudad, particularmente magrebíes, y propone poner puertas blindadas al mar. Y eso es exactamente lo que estamos viendo ahora en Europa con la crisis de los refugiados. Y de eso Izzo hace una reflexión en Total Khéops que está muy bien. Dice: fíjese, estos pobres marselleses de clase popular que ahora creen que los problemas les vienen por los moros, por los indochinos, por los vietnamitas, dice, nunca se les ocurre pensar que los problemas les vienen por los ricos. Con qué habilidad el sistema capitalista consigue que las clases populares, cuando hay una crisis, crisis de empleo, una crisis de pobreza, una crisis de retroceso económico y social, le echa la culpa siempre a los inmigrantes...



siguiente columna
 

A sus iguales.


A sus iguales, exacto. Y eso es muy gracioso, porque los de ahora, que son descendientes en Marsella de españoles, de italianos, de yugoslavos, de armenios, le echan la culpa a los magrebíes, los paquistaníes, los chinos... Pero es que antes, la generación anterior, le echaba las culpas a los españoles, los italianos, etcétera, etcétera. Esa es una habilidad del sistema extraordinaria que Izzo subraya. En ese sentido es político. En vez de darse cuenta de que el problema son los ricos, se enzarzan con sus hermanos.


Francisca Pageo | Javier Valenzuela

Lo curioso es que Marsella, siendo la segunda ciudad de Francia, y habiendo tenido (como tiene) las mafias, el crimen organizado, una delincuencia seguramente mucho más potente y marcada que París, nunca ha parecido ser el escenario de la novela negra francesa.


Bueno, sí. Está la obra de Izzo pero... Jean-Patrick Manchette creo que era originario de Marsella, pero efectivamente no era un novelista de Marsella. Yo creo que Marsella está... hay una película... French Connection, ya cuenta la historia de cómo la mafia convierte a Marsella en un laboratorio de heroína. Pero, en fin, efectivamente poco, tienes razón. El glamour de París hace que esté mucho más presente en la novela negra que Marsella, y tienes toda la razón del mundo: la verdadera ciudad noir en Francia es Marsella. Una ciudad donde hay  mafias organizadas, delincuencia violentísima, hoy en día con Kaláshnikov, con AK47, tiroteos prácticamente cada semana. Conflictos de racismo, lleno de agresiones de la ultraderecha a minorías magrebíes. Chavales magrebíes que se convierten en delincuentes en esa situación de marginación y miseria de los suburbios. Esa es Marsella. Más todos los componentes de una ciudad portuaria: el contrabando, el narcotráfico, el puterío, la prostitución, el juego de azar... Todo muy bien recogido en la obra de Izzo.



Generalmente a Marsella se va. Hay novelas que lo tratan pero es porque van de París a Marsella, por ejemplo, Hasta el último aliento de Melville y Giovanni...


Sí, incluso hay escritores españoles que ponen que se contrata a alguien marsellés en Barcelona. Digamos que la acción pasa en Barcelona y alguien contrata a un matón o a un sicario marsellés. Eso sí, exacto...



Pero como escenario no...


Tienes razón, tienes razón... Está la trilogía de Izzo, que yo creo que está muy, muy minusvalorada. Y estoy de acuerdo con una cosa que os he leído que es que además él se inscribe en la tradición de la novela negra mediterránea... Parece mentira que sea tan desconocido. Todos reconocen que el inventor de la novela negra mediterránea es Manuel Vázquez Montalbán. Todos le rinden homenaje. Petros Márkaris te dice que es su maestro. Andrea Camilleri dice lo mismo y le llama Montalbano a su personaje. Pero también lo decía el pobre Izzo. Que si se llama Fabio Montale es por Montalbán. Y él su policía lo modela sobre el ejemplo de Carvalho. Es como Carvalho pero en marsellés. Es bebedor, es mujeriego, es putero. Cocina, le gusta comer, pero además cocina. En las novelas de Izzo hay un montón de recetillas, como hacer sabrosos guisos mediterráneos. Es político. Y político de izquierdas. Pero no se le cita nunca.



Francisca Pageo | Javier Valenzuela

A mí me da la sensación de que está mal situado. Está en Francia, que Francia tiene una novela negra parisina, pero que él es un escritor mediterráneo.


Estuve hablando con un gran autor de novela negra español y le digo: voy a ir a Valencia a hablar de Jean-Claude Izzo. Y me miró y dijo: ¿quién? Izzo, se lo deletreo. El autor de la trilogía marsellesa. No lo conocía. Y te estoy hablando de un gran autor, conocido. No sabía que existía Izzo. Y es uno de los grandes. A mí me gusta más que Camilleri y que Petros Márkaris, que son unos blanditos. Este es mucho más duro. Cuando en la primera novela  aparece balaceada y violada Leila, que era su amor, esto es tremendo. Es un duro. Y el lenguaje es duro, y los diálogos son duros y tensos y la narración es percutante.



Tiene el hedonismo mediterráneo, que puede compartir con Montalbán y con Camilleri, pero tiene la dureza de Manchette.


Esa dureza francesa, exacto, del polar francés, de Manchette. Y yo en ese sentido lo entronco con aquellos otros, como decía, pero le encuentro parentesco español contemporáneo en Juan Madrid, en Andreu Martín y Alexis Ravelo. Son tres duros (en mi opinión duro es una palabra que valoro, que aprecio muchísimo, y me parece que tú también) de la novela negra contemporánea. A mí no me gusta la blandura que están saliendo por ahí, últimamente, y que se vende como novela negra. La novela negra tiene que ser dura, tienen que pasar cosas horribles, y el personaje tiene que ser un tipo o una tipa bregado. Que sepa encajar muchos golpes y, en un momento determinado, dar pocos golpes pero en el momento y en el lugar oportunos.



Agradecimientos: Miguel Fuentes (Cosecha roja), Sporting Club Russafa.



Juan Jiménez García




comentar en el blog volver al índice