Aarón Rodríguez | Cenizas y diamantes



Texto de diálogo con la serie de artículos Reflexiones sobre la Nueva Cinefilia de Antonio José Navarro, publicados en los números 481-483 de Dirigido por…



Aarón Rodríguez | Cenizas y diamantes

Querido AJ:


A partir de tus textos en Dirigido por… me gustaría hacer un quiebro para plantear, algunos años después, una hipótesis de trabajo a la contra: mi imposibilidad para seguir usando los conceptos “Nueva Cinefilia” o “Nueva Crítica” en 2018. Se trata, por supuesto, de una serie de intuiciones muy limitadas que dan cuenta ante todo de los márgenes de la propia actividad pero que, de alguna manera, valoran o ponen en duda algunas de las cosas que planteaste durante el año pasado en tu tríptico de artículos.



1. La “Nueva Crítica” como hombre de paja


“¿Qué es la Nueva Cinefilia?”. Con aquella pregunta como excusa nos cruzamos Óscar Brox y yo unas cartas hace ya más de un lustro. A día de hoy resulta algo torpe volver a formular otra vez la misma cuestión, y daría vergüenza hacerlo si no fuera porque lo que en aquel momento se planteó como un texto lleno de apuestas personales y buenas intenciones ha sido parcialmente matizado por los propios acontecimientos de nuestro pequeño sector de trabajo.


“¿Qué es la Nueva Cinefilia?”. La pregunta tiene su enjundia pero no tiene una respuesta fija ni creíble. Al menos en España. Al menos, en los últimos, digamos, diez o quince años. En la esfera internacional parece más o menos fácil responder: aquellos espectadores que, de manera más o menos consciente, han seguido las normas básicas trazadas por Rosenbaum y sus aliados en su manifiesto fundacional mutante y refinadas posteriormente en el Goodbye cinema, Hello Cinephilia: Film culture in transition.


Pero aquí ya nos topamos con el primer problema de orden conceptual. La experiencia nos ha demostrado que es necesario separar entre “Nueva Cinefilia” y “Nueva Crítica”, ya que probablemente ni siquiera sean sinónimos conceptualmente. En el primer caso podríamos apuntar a una comunidad extraordinariamente amplia de sujetos que consumen, comparten y debaten alrededor del cine utilizando las plataformas digitales (redes sociales, foros, p2p, trackers…), generando discursos y posiciones de manera particular en las que probablemente resulte imposible topografiar ningún tipo de rasgo homogéneo. Como mucho, su interés por constituir sobre el “objeto cine” el núcleo en el que desarrollar una serie de procesos comunicativos.


La etiqueta “Nueva Cinefilia” es, en mi opinión, un inmenso contenedor que, precisamente por no poder ser reducida a un concepto acotado, impide que tengamos nada que pensar sobre ella. Simplemente, existe y da cuenta de una serie de procesos que, como bien apuntas en tu texto, se relacionan de manera inherente con las características tecnológicas e ideológicas de nuestro tiempo. La “Nueva Cinefilia” tiene su particular nómina de influencers, sus salseos, sus bandos enfrentados y sus figuras de moda. Como en todas las “comunidades del gusto” -la idea es de Kant-, se pueden detectar los auges y caídas de ciertas figuras concretas, pero únicamente de manera parcial. En tu texto citas a Haneke, pero también podríamos hablar de nombres tan opuestos como Lav Diaz, Gaspar Noé, Lanthimos, Rita Azevedo Gomes, Assayas, Desplechin, y un larguísimo etcétera. Simplemente basta con posar la mirada en un pequeño círculo para trazar cómo los debates se expanden en torno a filias, fobias y apuestas personales que de ningún modo acaban configurando una corriente concreta.


Partiendo de que la “Nueva Cinefilia” no cuenta con, digamos, “abanderados oficiales”, la etiqueta “Nueva Crítica” me parece todavía más complicada de pensar. Hay varias razones. La primera es muy sencilla: a día de hoy me reconozco incapaz de delimitar quiénes y por qué forman parte de dicho movimiento. Delimitar, quiero decir, con un mínimo rigor: ¿Cuáles son los “rasgos esenciales” de la “Nueva Crítica”?


Quizá exista un cierto relato “oficial” -y por lo tanto, dudoso- que ubica una suerte de nacimiento de dicho movimiento hace ya casi diez años. Este relato “oficial” señala la eclosión de los blogs y las bitácoras. Gracias a ella, emerge una nueva generación de críticos (¿cuántos? ¿quiénes?) que trabajan, en pijama, en los márgenes del sistema “reglado”. Al mismo tiempo se produce el espaldarazo de algunas revistas online que ya funcionaban previamente -véase, la primera generación de Miradas de cine- mientras se comienza a discutir, en voz baja y en sordina, el problema de la “crítica en papel” y su sentido en los tiempos venideros. Poco después, empiezan a surgir cabeceras digitales nuevas, y los blogueros comienzan a mudarse a las “nuevas revistas” en busca de un reconocimiento y una suerte de fundamentación que no termina de llegar ni por los críticos “asentados” ni por los lectores de más de treinta años. Lo más interesante, a mi juicio, es que en este proceso surgen algunas técnicas de reflexión interesantes como el frameo, la multiplicación de diálogos, cartas y textos corales, la reivindicación de ciertas figuras como “generacionales” y, en ciertos momentos, nuevas sensibilidades estéticas que se apropian alegremente de recursos habitualmente “pobres” -estoy pensando en términos de Hito Steyerl, obviamente- con el Gif como joya de la corona.


Este momento de explosión coincide, además, con el comienzo del ocaso de las grandes editoriales clásicas de cine -con el triste ejemplo de Paidós a la cabeza-, y el surgimiento de pequeñas editoriales de las que hablaré más adelante. La sensación -intuyo que, en parte, compartida por todos- es que se produce una burbuja de revistas de cine digitales pero, a la vez, no se termina de asentar ni una línea generacional ni una suerte de principio rector teórico. Es decir, no se puede hablar de una “Nueva Crítica” como movimiento delimitable. De la Academia, por supuesto, no se puede esperar gran cosa en este baile: las nuevas revistas no puntúan en ANECA y convierten en esfuerzo inútil todo lo que escriben futuros doctorandos y profesores asociados condenados al ostracismo. Pero, en fin, ese es otro tema. Las señales de alarma no se hacen esperar. Comienzan a cerrar cabeceras, comienzan a desaparecer nombres “habituales”.


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El primer problema que emerge es la imposibilidad de marcar un “sentido” del movimiento más allá de la producción de contenidos más o menos interesantes y su difusión compulsiva en redes sociales. Dicho con más claridad: si hasta el momento la historia de la crítica en España -José Antonio Planes podría explicar esto mucho mejor- se puede topografiar como una evolución de luchas explícitas entre posiciones cinematográficas (Film Ideal o Contracampo son proyectos históricos, ideológicos, estéticos…), la “Nueva Crítica” queda definida por su indefinición. ¿Son millennials obsesionados por el cine de Dolan? ¿Son adictos al cine de Festivales que prefieren trabajar con el selfie antes que con los textos? ¿Han descubierto -es un decir- a Hong Sang-soo y a Bonello? Lo cierto es que lo que surge a partir de la crisis de las revistas online es, al a contra, un relato, una caricatura que, desde entonces -siguiendo lo que llamamos la “falacia del hombre de paja”- ha ido caracterizando a la “Nueva Crítica”: una señorita -el sexo es importante- que desprecia la Historia del Cine, que no sabe escribir, que vive únicamente de poner morritos en la alfombra roja de turno y que jamás se ha parado a pensar un plano. Bien, la compraremos aunque sea hasta el final del párrafo: ¿alguna profesión o disciplina puede librarse de la idiocia?


Ahora bien, vayamos más despacio. Si la “Nueva Crítica” se reduce únicamente a esa figura, entonces podemos cerrar el artículo y sugerir que no hay más de cinco o seis sujetos -por lo demás, poco interesantes- que cumplan ese programa estético. Tampoco tengo muy claro que esa hipotética “Nueva crítica (banal, de festivales)”, de seguir existiendo, tenga ningún interés en considerarnos como interlocutores a los que hemos acabado, peor que mejor, adoptando posturas mucho más conservadoras y reflexivas. Ellos desarrollan, como bien apuntas, su propio discurso neoliberal en Instagram y con el paso de los años acabarán en cabeceras divulgativas que, por lo demás, nunca han tenido tampoco demasiado interés en pensar lo cinematográfico más allá de un estreno puntual o un guiño nostálgico. Luego, a la contra, propongo comenzar derribando el hombre de paja: no confundamos “crítica de cine” con “difusión de información/relato banal cinematográfico”. Es importante intentar defender esta escisión -si bien, claro, no deja de ser imprecisa y un tanto tramposa- aunque sea para salvaguardar, entre nosotros, la posibilidad misma de autoexigirnos algo “más”. Ese “extra” que algunos cultivan desde la Historia del Cine, otros desde la exploración de cines periféricos, otros desde las herramientas de análisis fílmico, o desde el diálogo con las teorías de análisis visual o incluso los estudios culturales.


Esto me lleva a una segunda idea. Si la “Nueva Crítica” existe es porque tiene un nicho de lectores a los que satisface, y a su vez, un nicho no menos mayor de lectores a los que enfada profundamente. Como bien sabes, Freud demostró que la clave para generar una cierta identidad grupal era trazar, en primer lugar, un enemigo común. Si hemos decidido que el enemigo es la “Nueva Crítica” es porque, simple y llanamente, es un inmenso significante vacío que podemos utilizar para lanzar cualquier nombre en un momento dado en su interior. Hay conductas aisladas que parecen molestarnos mucho pero que, seamos sinceros: son irrelevantes. Irrelevantes para el programa que intentas defender en tus textos y que yo suscribo parcialmente. Volveré a esta idea al final del texto.



Aarón Rodríguez | Cenizas y diamantes

2. La “Nueva Crítica” como concepto inoperativo


Con lo que parece claro que no podemos operar con claridad para trazar una línea generacional a la que plantarle con comodidad esa etiqueta. Por ejemplo: la claridad de Sergi Fabregat, el trazo noble de Jordi Revert, la elegancia pausada de Carles Matamoros… ¿Son “Nueva Crítica”? La capacidad poética de Paula Itfish, la sensibilidad lúcida de Mariana Freijomil, el rigor desarmante de Marla Jacarilla… ¿Son “Nueva Crítica”? Sin duda, son nombres -citaré unos cuantos más- a los que no se les puede acusar con facilidad de funcionar como esos “hombres de paja” de los que hablaba hace un momento. Y sin embargo, comenzaron a publicar aproximadamente al mismo tiempo que yo, en revistas más o menos vinculadas a las mismas estrategias. ¿Estamos hablando, quizá, de un “fracaso generacional” frente a ese proyecto que intentamos trazar Óscar Brox y yo en nuestro pequeño texto de hace ya ocho años? ¿Aquellas posibilidades que creímos intuir se han desvanecido?


La desaparición de esa hipotética “Nueva Crítica” tiene muchos factores, y no me puedo resistir a la tentación de intentar señalar algunos de ellos. El más evidente es estrictamente económico y práctico. Las revistas digitales de cine nunca dieron beneficios porque no estaban diseñadas para ser monetizadas. Muy al contrario, el desembarco de las Playground, las Vice, y el resto de las cabeceras de “consumo cultural light” ponía euros encima de la mesa y permitía, además, el acceso de audiencias gigantescas a propuestas mucho menos limitadas y orientadas hacia el clickbait. La gente tiene que comer, y no seré yo quien condene a un compañero por haber pasado del cine de Raoul Peck o Ado Arrietta -sigo tus ejemplos- a Las 10 mejores películas sobre niños para ver esta Navidad. Me apena, por supuesto, pero los que hemos trabajado embrutecidos en empresas privadas para llevar las lentejas a la mesa sabemos lo imposible que resulta sentarse a escribir con rigor después de 12 horas seguidas de rellenar hojas de cálculo, innovar, emprender, y fingir sonrisas en reuniones “motivadoras” de trabajo.


Segundo, creo que muy pocos críticos fueron realmente capaces de dominar las nuevas herramientas propias del proyecto para elaborar a partir de ellas un desarrollo de altura. Más ejemplos: el extraordinario nivel al que llegó Roberto Amaba en el uso del frameo o la extraordinaria bufonada tecnológica de Faustino Sánchez en su máquina de hacer críticas son excepciones que los demás no conseguimos ni rozar. Pondré también algún ejemplo de fracaso: mis propios textos “experimentales” -eufemismo para no decir “mal escritos”- de aquel entonces son poco menos que intragables. El tiempo ha sido implacable con ellos, y, me temo, con el programa personal que los animaba.


Tercero, muchos de los objetos de estudio de la “Nueva Crítica” se han ido desplazando fuera del cine de manera natural durante los últimos años. SI tomamos como ejemplo la cabecera Visual404 -a mi juicio, la única que realmente puede ser claramente situada en la esfera de la “Nueva Crítica”- veremos que han iniciado una muy coherente desviación hacia un estudio más detenido de la cultura visual contemporánea, el Trap o el estatuto diferencial de las imágenes. El cine se mantiene, claro, pero convive con otro tipo de cuestiones que a muchos nos quedan muy lejos y sobre los que, además, no sabríamos escribir. Tomaré otro ejemplo: el “cine” como objeto también ha quedado opacado frente a debates absolutamente estériles como el de la naturaleza concreta de las series o la hipotética revolución de las plataformas VOD. Son otros territorios “de moda”, pero no creo que tengan nada que ver con el concepto mismo de cinefilia o con el trabajo teórico-crítico sobre la reflexión cinematográfica.


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Cuarto, hablemos de egos. En varios momentos de tu texto conectas a la “Nueva cinefilia” con conductas basadas en la escritura subjetiva en la que intuyes una conexión con las lógicas de mercado neoliberales. Sin llegar a negarte la mayor, me planteo si el crítico de cine (o el aspirante a crítico de cine) es el ser humano con mayor narcisismo posible. De hecho, los debates sobre el “estado de la crítica” acaban levantando a lo largo del año tantos cursos, seminarios, conferencias, cartas, mails y artículos que uno se queda casi sorprendido de que tengamos tiempo para escribir de cine. Admitámoslo: somos un aburrimiento soporífero.


La cuestión, en el fondo, es mucho más sencilla y se vincula únicamente con el amor -o con el deseo. Los que seguimos aquí probablemente no tengamos otra opción y disfrutamos con nuestras pequeñas disputas, entregamos textos imperfectos y estamos en un proceso de constante aprendizaje. Escribimos de cine porque es algo que deseamos profundamente e intentamos hacerlo lo mejor posible. Buscamos interlocutores y, con un poco de suerte, los encontramos. Apuntabas que la cinefilia es “un instrumento de alienación, esgrimido por una ideología de clase, gracias a unos mecanismos perfectamente experimentados: devoción, fetichismo, competición”. Pero ese argumento se puede girar también como un guante: la cinefilia es un sentimiento de pertenencia, un proyecto vital, una herramienta para habitar el mundo y una ocasión para compartir ese placer freudiano al que te refieres. Nuevas y viejas cinefilias.


De hecho, me atrevería a llevar al límite esta idea: ¿Somos capaces de concebir, siquiera, nuestra actividad más allá de una hipotética “comunidad cinéfila”? Una comunidad bastarda, en perpetua lucha consigo misma, ideológicamente enfrentada, cainita, una comunidad injusta e imperfecta en la que hay -como en todas las comunidades- enchufados, psicópatas, fanáticos, maestros, discípulos, poetas, arribistas, hombres y mujeres rigurosos, visionarios, envidiosos. Si me tomo con absoluta seriedad tus tres textos -y creo que para eso los has escrito, Antonio José-, mi impresión es que nos pides demasiado: a los críticos, pero también a los “cinéfilos”. Nos pides una suerte de lucidez, de coherencia y de unidad que, a mi juicio, no existe en ninguna relación entre seres humanos.



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3. Motivos para el optimismo


Sin embargo, de la misma manera que me niego a generar una suerte de Edén de la “Nueva Crítica” -oh, aquellos felices tiempos en los que éramos jóvenes y veíamos películas de NWR pensando que el futuro nos pertenecía-, creo que es un error dejarse caer en el lloriqueo barato por las oportunidades perdidas. Es cierto: han cerrado muchas cabeceras online y muchas otras están languideciendo. Yo añoro diariamente los podcasts de Perros verdes, y las conversaciones interminables que nos marcábamos en Cineuá v.1. Algunos de los mejores de nuestra generación cerraron el garito y, decepcionados, dejaron de escribir de cine para dedicarse a otros menesteres.La contaminación humana que ha saturado ciertas redes sociales con dinámicas directamente salvajes han dado al traste con el potencial creativo que tenían. Un amigo me decía hace poco medio en serio, medio en broma: “Los de la Nueva Cinefilia habéis reproducido a lo torpe la historia de Podemos”. Y bien, todo esto es verdad.


Pero.


Pero la historia es paradójica. Hay nuevas editoriales pequeñas que empiezan a reivindicar el libro de cine como objeto muy serio. No voy a hablar únicamente de Shangrila -que se ha convertido, por derecho propio, en un referente ineludible. Pienso en Sans soleil, pienso en Applehead Team, pienso en Micromegas, pienso en 8mm, y en otras tantas que se me olvidan. El blog reaparece de pronto como un invitado incómodo y surge un espacio tan extraordinario como Aventureros de medianoche o como De Rerum Natura. Détour se acerca a la década. Transit la ha sobrepasado. Cine Divergente sigue funcionando casi a artículo diario. Lo de los videoensayos está tomando cuerpo y, lo que es más importante: nos lo estamos pasando en grande. Tonio L. Alarcón ha montado una escuela de cine online, pero también surgen nuevos canales de formación más o menos alternativa como Educa tu mirada o el LAV Máster. ¿Es todo esto “cinefilia” y, de serlo, podríamos prescindir de ella?


Llegados a este punto, creo que es necesario detenerse y tomar aire. Prescindir ya definitivamente de las etiquetas “Nueva cinefilia” y “Nueva crítica” para seguir explorando con pasión y humildad aquello que realmente nos mueve. De tus cartas, compañero, recibo con humildad y asumo las dos objeciones en la escritura de cine que acepto como mías: el exceso de aparataje “académico” (Lacan, Deleuze, de entre tus ejemplos), y el exceso de subjetividad autobiográfica en los textos. Sinceramente: no sé -no quiero- hacerlo de otra manera.


No jugaré a ser un adivino de baratillo. No tengo la menor idea de hacia dónde se dirigirá la crítica de cine en el futuro, si triunfará el vlog o la retransmisión en Twitch, si reivindicará posiciones ideológicas progresistas o conservadoras, si desaparecerán definitivamente las cabeceras en papel o si surgirán otras nuevas. Tampoco me interesa demasiado. Cuando uno hace la cuenta de los años que lleva metido en esto y ve que ya pasan de la década, lo único que queda es una sensación de agradecimiento hacia los editores y los lectores. Probablemente -esto sería otra discusión- uno no es muy consciente de elegir unas herramientas para escribir y una serie de corpus de películas sobre las que trabajar. Simplemente, se pelea una cierta honestidad -a la que se traiciona sistemáticamente-, se admiten las incontables carencias, y por supuesto, se fracasa mucho a la hora de hacer justicia a las grandes películas. En cualquier generación, en cualquier publicación, y en cualquier ejercicio crítico.


Recibe un abrazo muy fuerte:



Aa. R.




Aarón Rodríguez



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