Festival Internacional de Cinema D'Autor de Barcelona (avance)

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Hong Sang-soo y João Pedro Rodrigues. Sufrir, sufrir y sufrir todavía más | Por Laura Menéndez


En el marco del D'A se proyectan los dos últimos trabajos de dos cineastas tan dispares y, al mismo tiempo, tan cercanos como lo son Hong Sang-soo y João Pedro Rodrigues. Los siento muy próximos a mí, tanto, que en ocasiones de mi vida real he pensado que habitaba en alguna de sus películas, por ridículo que pueda parecer.


 Si por algo podemos vincularlos es a través de la pasión que derrochan sus melodramas, exaltados y excesivos por momentos, llegando a rozar lo estrafalario (afinando un poco, podríamos concretar: lo grotesco en el caso de JPR y lo absurdo en HSS). Sus filmes están saturados de historias arrebatadas, frenesí amoroso, sexualidad y encuentros sexuales frustrados, individuos aturdidos y sufridores a la búsqueda del amor de su vida que idealizan situaciones y a otras personas hasta acabar inválidos y destrozados por dentro.


En el caso del coreano, la conclusión suele ser siempre melancólica y pesimista; en el del portugués,  siempre hay lugar para la reconciliación consigo mismo y la redención final. Uno parece proclamar que el amor es la causa de todos los males y que nos hace débiles y desgraciados, mientras que el otro promete que el amor nos hace fuertes y que para amar es necesario superar toda clase de torturas y sufrimientos.


En el aspecto formal, se atraen oponiéndose, como en una relación de amor-odio. Si bien podemos afirmar que ambos han conseguido un elevado grado de depuración (uno más que el otro, tal vez debido a una gran diferencia en la extensión de sus trayectorias), es obvio que han alcanzado cierta cumbre conceptual, curiosamente, a través de procesos antagónicos.


Han escogido caminos diferentes: HSS ha profundizado en la naturalización extrema limando asperezas película tras película, puliendo su método de trabajo, ascendiendo a un estadio en el que menos es más, simplificando ideas y recortando aquellos excesos innecesarios; JPR, en cambio, tiende cada vez más a la abstracción y la fantasía, su cine ha crecido hacia el delirio estético, la sobreabundancia de elementos simbólicos y el éxtasis representativo, forzando cada vez más los límites de la narración y llegando a introducir escenas totalmente desligadas dentro del relato (pienso en la secuencia del bosque de Morrer como un homem (2009)), entrando en una fase que se me antoja más fantasmal y escurridiza, si cabe.


Sin embargo, ni el uno ni el otro han renunciado en ningún momento a la fisicidad, lo táctil, los momentos suspendidos en los que se puede palpar la belleza del goce/roce de los cuerpos, y creo que ahí reside la elegancia de su cine. Disfruten sus películas.


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