Un paseo iluso | por Andrea Morán Ferrés

Nunca hasta esta noche me había fijado en el efecto que las luces de este suelo provocan sobre los pies. A cada paso la lente se ciega por un blanco fulminante y en cada nueva pisada reaparece la absoluta oscuridad. He salido de la sala hace apenas unos segundos y ya estoy grabando con el móvil. No presto atención a dónde voy, por eso termino en el otro lado del recinto, frente a una puerta que está cerrada. Doy media vuelta, ahora grabando cómo desde el borde de la pasarela la luz intermitente ilumina mis pasos. “El cine de lo real”, el último cartel que veo antes de llegar a la calle. Lo real… Me detengo y observo cómo los coches circulan por la rotonda. No es que tenga un significado especial, simplemente busco unos segundos para pensar qué hacer a continuación. Por un lado está este deseo de seguir grabando, que aún no llego a comprender ni sé a dónde me llevaría. Por otro, la habitual tendencia a no salirme del plan previsto, de aplicar a una noche de domingo la racionalidad que es más propia de los lunes. Parar la grabación e irme a casa sería la opción más lógica. ¿Puedo hablarte así, de tú a tú? ¿Como si existieras, como si fueras un todo al que preguntarle qué ha pasado esta noche para que me sienta así?


Retomo la marcha sin parar de grabar. De nuevo, mis pies.


Probablemente si hubiera ido acompañada al cine no estaría ahora mismo pensando en esto. Aún estaría charlando a la salida, quizá tomando una copa en un bar cercano, conversaciones de cine sobre cine al salir del cine, un género en sí mismo. Esta vez quiero pensar menos o hacerlo de forma diferente, hablarte como tú me has hablado, caminando, con imágenes. Un paseo. Sí, como si existieras. Tú como película, como un todo, no un personaje, ni un guion, ni un director, ni un actor. Un paseo nocturno por los espacios que compartimos desde hace ya dos horas. No se trata de buscar un mimetismo, ni de dar una réplica desde el mismo ángulo y con la misma luz, sino de experimentar el espacio para sentir en qué ha cambiado, qué efectos has tenido en él, en mi forma de mirarlo. De eso se trata, sí, de mirar contigo y a través de ti. Y para eso necesito grabar, necesito la cámara. Algo me dice que la batería estará descargada y que todo este plan se irá al traste por falta de previsión. He llegado, subo a casa. Batería llena, tarjeta vacía. Era la última excusa para no hacerlo, ahora sí que no nos podemos echar atrás… ¿Por dónde empezamos?


Un paseo iluso Un paseo iluso

Al final de la calle Santa Isabel aún hay gente. Son casi las 12 y el café ya está cerrado. La persiana metálica que lo protege me dice que esto no va a ser fácil. Grabo varios planos como si intentara hallar una entrada secreta que no aparece por ningún lado. Al menos descubro que la textura nocturna sí nos acerca y eso me tranquiliza. Es el blanco y negro. Me libro con gusto del color anaranjado de las farolas y me paso a los tonos grisáceos y la luz dura. Hablar desde la misma tonalidad, esta podría ser una condición, respetar el blanco y negro para compartir el color de la mirada, no cómo miramos, ni lo que miramos. Solo la tonalidad… La segunda condición será que esto acabe al amanecer, darnos unas horas para ignorar los límites, no juzgarlos, que todo lo que ocurra y suene pertenezca al cine de lo real. Luego habrá que despegarse pero aún quedan horas para eso. Me fijo en una de las ventanas del edificio de enfrente. La única encendida, el último piso, una lámpara en el techo, una planta en el balcón… Ya sé a dónde quiero ir. Ven conmigo.


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Cuando llego tres hombres están recogiendo los cubos de la basura. Aunque este debería ser un paseo sin expectativas en el fondo esperaba llegar aquí y encontrarme un lugar idílico y tranquilo, que tu salida del cine se fundiera con la mía. En este momento es todo lo contrario y me empieza a gustar, de hecho me alegra que sea así, que nuestras premisas choquen porque frente a los cines también hay basura. Cubos y cubos que se amontonan frente al Pequeño Cine Estudio. Corre una brisa ligera que mueve las plantas y un gato se esconde tras la jardinera. Un poco más allá un hombre con cazadora negra está sentado en un banco viendo pasar los coches. Lo grabo de espaldas. Son estos planos los que crean en mí una sensación incómoda, de estar robando aunque tan solo sea una silueta. 


Un paseo iluso

Un paseo iluso

Me ocurre algo parecido con ella. He oído antes sus pasos y el traqueteo de la maleta, me he girado y he visto cómo se alejaba frente a los Cines Verdi. Quién es y a dónde va, qué ha dejado, qué busca… Estos cruces tan breves, fugaces, son los que la cámara logra transformar en encuentros precisos: una mujer, una maleta, un sonido. No nos volveremos a encontrar o quizá sí y nunca lo sepamos, da igual, ahí queda su imagen que ni me hubiera rozado si no fuera por la cámara. Él se lo decía a ella, o ella a él, ¿cómo era?, "desde que se inventó el cine vivimos tres veces más". Esta sería la tercera silueta, el chico de gafas apoyado en la pared de un edificio, fumando solo. "¿Tienes un guion?" preguntaba ella. "No", respondía él. Mejor así. Logro coger el último metro, solo somos dos en el vagón.


Un paseo iluso

El pasadizo está completamente vacío y por eso es más fácil oír tu eco. "A veces pasa. A veces pasa. A veces pasa." Me voy contagiando de cierta ligereza, comienzo a disfrutar al ser más consciente del aquí y el ahora, sobre todo del primero. Empiezo a entenderte mejor, ya me he librado de la preocupación de estar perdiendo el tiempo, he dejado de contar las horas que podría dormir si me fuera a casa, no pienso en la falta de luz, solo estoy, estoy y grabo. "A veces pasa"… Me gustaría que pasara más a menudo. Sin prisas, sin gente ni ruidos apenas, descubriendo tu rastro por donde tantas y tantas veces he pasado. Creo que nunca había visto este lugar tan tranquilo. Al fondo Gran Vía aún está despierta. Sigamos, vayamos a otro cine.  


La fachada de los Ideal sin luces desprende algo de tristeza. Antes he pasado por aquí y mi cámara no paraba de encontrar parejas que iban y venían, charlando o en silencio. ¿Te has fijado en lo difícil que puede ser caminar junto a alguien en silencio? Un posible León, una posible Sofía. No sé si es la cámara quien los descubre o eres tú quien me los muestra porque siempre han estado ahí pero es esta noche cuando los veo. Te confesaré que he ido al cine pensando que reconocería alguna fuga pero ha sido más que eso. Llámalo casualidad pero en las últimas semanas yo también he estado grabando estas mismas calles, estos lugares, y verlos de pronto sirviendo de escenario para otra historia me ha inquietado. Como si dejaran de ser míos, como si perdiera el control sobre su significado y su recuerdo… Ahora me doy cuenta de que es mi percepción la que los cambia, no tu existencia. Están limpiando las aceras y el agua las tiñe de brillos. Creo que estoy hablando demasiado. Crucemos. Una hora más. 


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Un paseo iluso

Me pregunto cómo te recordaré mañana. "A dónde irás, qué es lo que harás cuando no esté yo…" Mañana, me pregunto qué haré mañana con estas imágenes, si me atreveré a revisarlas, si tendrán un sentido o si serán una colección de planos apresurados, demasiado oscuros como para distinguir este impulso que los ha ido guiando. Me pregunto también cuánto tardará la calle en volver a ser la calle de siempre… ¿Acaso puede pasar? Si una película comparte espacio contigo algo de ella se quedará allí, como una capa más de todas las que los lugares van acumulando. Capas sensoriales, sonoras, lumínicas… almacenadas en distintas frecuencias. También parte de ti se queda en la película, parece inevitable y es bonito sentir ahora que voy desprendiéndome de ello, que dentro de poco ya no tendrá esta intensidad. Intentar conservarla sería peligroso. No, la calle tiene que recuperar su aparente neutralidad, aunque algún día al doblar la esquina el Pasaje Doré se convierta en un plano frontal con risas de fondo, aunque entrar al metro de vez en cuando suponga despedirse a medias. Capas diluidas por la rutina que recuperarán una nitidez momentánea cuando suene esta canción. A dónde irás...


El sueño me está venciendo, se oyen pájaros y comienza a clarear. Me gustan estas vistas de los tejados, cada uno con su antena de tres picos, coges altura y todo lo que queda abajo pierde importancia. Quizá sea el cansancio o que ya estemos completando el amanecer, pero siento que comienzas a dejar de ser película para convertirte en el recuerdo de una película. Tu blanco y negro pierde ya opacidad, te oigo más lejos…Espera, aún me queda un último plano.


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Lo he tenido en la cabeza desde el principio y quería que fuera el último, porque de todas las calles de Madrid empezaste en la mía y es demasiado tentador poder despedirnos cerrando un círculo. Aquí es, aquí la claqueta marcaba el primero de tus planos y es mi calle. Tu primera toma será por tanto mi último fotograma, una buena manera de entrelazar nuestras historias. Se acaba nuestro paseo pero continúa el tuyo. También me quedo con eso, con tu inagotable capacidad de reproducir estas sensaciones en mí y en otros, con la certeza (la vaga certeza que diría aquel párrafo) de que para recordarlas no me hará falta volver a ti porque ya andamos mezclados…Recuerda, tu primera toma, mi último fotograma.


Me ha gustado mucho pasear contigo esta noche.


Gracias por venir conmigo.


Seguro que volvemos a encontrarnos.

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