“El ojo del cineasta debe tener muy largo alcance, es decir, ver lejos y en profundidad, ver en el interior del objeto.”
Georges Franju
En el cine de Georges Franju siempre hay un espacio que parece separar dos mundos. Físico o emocional, tangible o intuido... Pero constantemente la idea de un intermedio entre lo público y lo privado, la burguesía y el proletariado, la pureza y lo siniestro, la figura y lo amorfo. En su cine siempre hay un espacio porque Franju se sitúa justo ahí, en ese entre que le permite no dividir, sino ver a uno u otro lado, verlo todo, “lejos y en profundidad”.
El suyo, así pues, aparece como un cine de la mirada, un cine clínico. Una definición que se encuentra más cerca de esa voluntad de observación que de las anécdotas que van apareciendo una vez se conocen sus simpatías y su trabajo en torno al cine científico. Como anécdota, subrayar la pasión del bretón por la obra Trepanation pour crise d’epilesie (1940), de Thierry Martel, una de las cotas del cine quirúrgico, cuyo título no da lugar a confusiones, y que, al verse incluida por Christian Lebrat y Nicole Brenez en esa Biblia del experimental que es Jeune, Dure et Pure : une histoire du cinéma d'avant-garde et expérimental (2000) -como recuerda Carlos Muguiro en su fantástico texto El parpadeo de Méliès (1) -, se ha convertido en uno de los tesoros del avantgarde del país vecino. Por otra parte, su intachable labor en diversas instituciones cinematográficas ayuda a comprender mejor su poliédrica personalidad y, sobre todo, esa idea de situarse en escenarios que permitan ver “lejos y en profundidad”. Más allá de haber propulsado la Cinemateca Francesa junto a su colega Henri Langlois, y de haber trabajado como secretario ejecutivo de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos, gracias a su empuje vio la luz el Circuit Cinématographique des Arts et des Sciences, que conduciría a la creación del Institut de Cinématographie Scientifique, donde trabajaría primero bajo el mandato de Jean Painlevé, para finalmente ejercer de secretario general durante cerca de una década. Así, no parece descabellado pensar que en algunas de las sesiones (2) del Circuit descubriera la pieza de Martel, cuyas imágenes acabarían por resonar en La sangre de las bestias (1948) y, sin lugar a dudas, en Los ojos sin rostro (1960); mientras que la ristra de cargos aquí enumerados quedaría como un catálogo de logros burocráticos si no fuera porque Franju supo hacer cine antes y después de estos, como también en, entre, dentro y desde estos. Espacios que le permitieron no dividir, sino ver a uno u otro lado. “Franju, repetimos, es uno de los muy escasos cineastas que no temen mirar todo.” (3)
El siguiente recorrido se consagra a la misión de Franju por hacer visible lo invisible, por mostrar, en ocasiones no sin dejar inmune al espectador, lo que el rostro de lo cotidiano esconde. Un trayecto que intenta descubrir sus motivos fílmicos (ecos de sus inquietudes humanísticas) partiendo de lo externo hacia lo interno. Se trata, además, de un trayecto variado, haciendo justicia a un cineasta que jamás se cerró a géneros o formatos. En su carrera florece el cortometraje como lo ha hecho en pocos -Le Grand Méliès(1952), Hotel des Invalides (1952), La Première Nuit (1958); pero también la no-ficción (4), el melodrama -La tête contre les murs (1959), Thérèse Desqueyroux (1962); el thriller -Pleins feux sur l'assassin (1961); adaptaciones literarias -Thomas l’Imposteur (1964), La faute de l'abbé Mouret (1970), La ligne de l’ombre (1973); el fantástico o el serial Judex (1963), Nuits Rouges (1973). La variedad sólo se rinde en su cine a una condición: la posibilidad de las historias de revelar lo insólito. “Lo insólito se inscribe en la naturaleza del no-acontecimiento, está en la percepción de lo inhabitual, aislado den lo cotidiano, en lo anormal. Se revela en la imagen cargada de un significado sentido con ansiedad por el hecho de una organización inédita de esta imagen, se inscribe en un momento y dentro de un clima de una poesía singular y privilegiada” (5). Lo insólito es una “presencia pero no una evidencia.” (6) Con las palabras de Franju en la cabeza, sólo queda preguntarse sobre qué objetos y superficies debería revelarse la condición de lo insólito. Las imágenes que continúan buscan responder al interrogante, buscan, en última instancia, ver “lejos y en profundidad”.
(1) Incluido en la edición especial en DVD de Los ojos sin rostro (Versus Entertainment).
(2) En esas sesiones se programaban películas de Fritz Lang como piezas divulgativas, entre ellas, la de Martel o La Chirurgie Plastique Mammaire, de C. Claoué. La información está extraída de BRUMAGNE, M.-M. Franju. Impressions et aveux, Editions L’Age d’Homme, Lyon, 1977, Página 82.
(3) DEMEURE, Jacques y KYROU, Ado. “El más grande cineasta francés” en Positif, núm 16, 1956, en VVAA, Georges Franju, Málaga, Cuadernos Semanautor/Filmoteca Española, 1988, página 23.
(4) Quien desee indagar sobre la labor del Franju documentalista, Santiago Rubín de Celis realizó un notable artículo para la revista Blogs & Docs Blogs & Docs.
(5) BRUMAGNE, M.-M. Franju. Impressions et aveux, Editions L’Age d’Homme, Lyon, 1977, página 14.
(6) Ibid. Página 15.