La conciencia del pasado. Un encuentro con Fabio Nahuel Lezcano | por Óscar Brox, Juan Jiménez García

Los mejores aliados de la corrupción son el olvido y el agotamiento. El tiempo pasa, los delitos amplían su radio de impacto y los criminales quedan impunes. Lo comprobamos cada día, cada vez que acudimos a la hemeroteca para intentar demostrarnos que todo esto no sucedía antes, cuando una nueva fechoría amenaza con rebasar nuestro umbral de tolerancia. Cuando sentimos la frustración de no saber cómo revolvernos contra ciertos poderes, cuando nos obligamos a creer que, en efecto, la corrupción es inherente al ser humano. Crímenes apropiados comparte, desde su estructura de relato policial negro, esa sensación de derrota que invade a un país cuando se olvida de su memoria histórica. En ese momento en el que el vencedor, el grupo de comunicación más poderoso, se siente con la suficiente legitimidad como para vender una versión alternativa de la Historia. En ese momento en el que, por vergüenza o por arrepentimiento, brota un último esfuerzo por sacar a la luz la verdad oculta entre el dolor y el silencio de los años perdidos.


El pasado mayo, el escritor argentino Fabio Nahuel Lezcano, autor de Crímenes apropiados, visitó Valencia con motivo de la presentación en sociedad de su libro en una jornada dedicada a la literatura negra y los derechos humanos. Fruto de ese encuentro tuvimos ocasión de charlar con él a propósito de su novela, de la escritura de género, la memoria histórica, la situación de Argentina y la conciencia del pasado.



Francisca Pageo | Fabio Nahuel Lezcano

El origen de Crímenes apropiados



El núcleo del libro es este diario, Clarín, que en Argentina es el más importante. Una corporación muy grande que forma parte de nuestra historia; que existe desde antes de Perón, que estuvo con el peronismo y más tarde, tras su caída, contra ellos. Estuvo en todos los gobiernos democráticos y también en el de los militares. Me llamaba mucho la atención esa función. Por eso, cuando se empezaron a conocer los manejos que tuvieron durante la dictadura, me interesé más por el tema y, sobre todo, por la cuestión de la memoria. En especial, cuando se conoció que la dueña podría tener hijos apropiados de gente que fue detenida ilegalmente. Había mucha información, así que a partir de mis lecturas, de investigar e de ir a los archivos, me fui interesando más al respecto. Tardé cuatro años en escribir el libro. Lo más llamativo es que mientras lo escribía sucedían cosas, y ahí es donde entra la ficción de la novela. Pero fue esta historia la que me impulsó a utilizar el diario como centro del relato para describir estos últimos treinta años de mi país.


Quería escribir esa historia y justamente el recurso que encontré fue usar la cuestión de la novela negra. Tal vez porque es el género que más me gusta y el que he leído más. Tenía la tradición del boom latinoamericano, con Cortázar, Gabriel García Márquez y demás, pero no quería escribirla desde ese punto de vista. Ellos eran unos escritores excepcionales, pero te contaban la historia de otra forma. Para contar esta historia tenía que recurrir, como decía, a la violencia. Porque era violento. Tenía que recurrir a las cuestiones de la corrupción en el Estado, tenía que recurrir a las fuerzas de seguridad que no podían luchar. Había militares involucrados, había vínculos. Tenía que utilizar el género policial. Era la única manera de que quedara bien plasmado.


Busqué el género negro de manera utilitaria, para que no quedara un libro de denuncia pura y exclusivamente. Lo que hace tan imprescindible al género es que es universal. Trata temas universales que pueden ocurrir en cualquier parte del mundo. Para llegar a más lectores solo tenía que encontrar esa cosa universal; siempre hay un delito y siempre hay alguien que investiga. Obviamente, el personaje del periodista tiene que ver con mis lecturas de Rodolfo Walsh. Necesitaba a un periodista que investigara al margen de la ley, que no fuera por los carriles comunes porque la justicia ya estaba cooptada y las fuerzas de seguridad también, y era muy difícil. Por otro lado, la novela que me inspiró para abordar el género fue Cosecha roja, de Hammett, con este agente de la Continental que llega a un pueblo y se encuentra con que el dueño del lugar lo tiene todo a su merced.


Lo que quería decir con la novela es que hay un Estado que recoge a las instituciones, a la policía, etc., pero que también existe este otro estado que quiere tener el poder, y entre ambos estalla el conflicto. No es una novela de denuncia, por eso el género policial, en el que me siento cómodo, tiene un papel importante. Además, juego con una estructura y unos arquetipos que me gustan. En el libro esa cuestión política no está abajo sino en la superficie, como en muchas novelas negras; por ejemplo, en La llave de cristal, de Hammett. Así que traté de darle la vuelta al tipo de literatura que consumo para poner de relieve lo que me llamaba la atención e investigué, y de ahí salió convertido en una novela policial.



Francisca Pageo | Fabio Nahuel Lezcano

La escritura de la violencia, la construcción de los personajes


La utilización de esas escenas de violencia no interrumpe la cuestión de la trama.  Quería escribir una novela con muchas escenas de violencia porque la historia habla de la violencia que vivimos; eso no lo podía sacar, están puestas de manera que el lector sea captado enseguida bien porque le impresionen o porque son vertiginosas. Que empiece de esa manera es importante porque ya te mete en situación, no quería darle respiro al lector. Hay una violencia y necesito que prestes atención. Tal vez la escena es como una especie de cachetazo, ya desde el principio uno arranca y todo es muy violento, pero es porque la obra retrata una época que fue terrible. Así hasta llegar a una violencia que si bien no es física es violenta desde los medios y desde las cosas que pasan, que están por debajo. Cuando leí algunas de las cosas sucedieron durante la dictadura encontré un correlato. La desaparición de JJ, en democracia, es algo muy violento. Obviamente no sé todos los detalles, pero puedo imaginar lo que le hicieron. Tenía que retratar lo que me pareció, tuvo que ser muy violento lo que ocurrió en ese caso. En ese sentido, la violencia de Crímenes apropiados tiene un contexto.


Armé de esa manera la estructura de Crímenes apropiados para trabajar en la construcción de los personajes, que en ese pequeño espacio el lector pudiese reconocer cada una de sus características. En verdad fue una cuestión de ponerme en cada personaje. Tampoco me podía extender mucho porque en algún momento se iba a escapar lo que pienso, mi ideología, y tenía que comprimirlo así para representarlo mejor. La utilización de los cortes hace que el lector tenga que volver sobre sus pasos, observar que estamos hablando de este mismo personaje y, una vez avanza la lectura, reconocerlos con facilidad. El cambio de tiempo, ir hacia atrás o volver al presente, me ayudó a la hora de construir a los personajes.


El personaje es fundamental en la novela negra porque, además, es un género que trabaja con el estereotipo. Tienes que desarrollarlo, darle una caracterización y que se reconozca a lo largo del libro. Por otro lado, es la clase de novela que se puede leer como un entretenimiento o como algo mucho más profundo que no se ve a simple vista. Creo que esto último está relacionado con el momento en que surgió, en plena crisis, en América. Hammett, por ejemplo, tuvo una vida agitada y sus reflexiones, sin necesidad de extenderse en ellas, te sirven para identificar al personaje durante toda la obra; incluso, para reconocerte en sus preocupaciones. Obviamente, si la historia no es verosímil, se caerá por más que el personaje sea muy bueno. Pero, sí, creo que este último tiene tanta o más importancia que la historia en sí.



siguiente columna
 

Necesitaba que no hubiera un personaje perfecto. El periodista, por ejemplo, que es quien impulsa toda la investigación, trabajó en el diario en los momentos duros. Viene de ahí y conoce todo el manejo. Sin embargo, en algún momento la conciencia le hace un clic y comienza a investigar. A MK ese clic le sucede solo cuando le desaparecen al hijo y tiene que hablar y preguntar; ahí toma la decisión. Digamos que no son perfectos. Estuvieron involucrados y hay una especie de arrepentimiento que les impulsa a hacer lo que hacen. Y me parece que representan justamente lo que decís vos, lo que pasó después. Muchos dijeron: “yo estaba ahí y no hice nada. ¿Por qué no hice nada? Yo no me preocupé porque el hijo de mi vecino no volvió una vez a la casa y luego le cerré la puerta y me hice el tonto. Total, mi casa estaba bien”. Entonces responde más o menos a eso, a que hay una gran parte que está arrepentida. Empezaron a descubrir cosas en profundidad que tal vez sospechaban, y se encontraron con que podrían haber hecho algo pero no lo hicieron. Y me parece que esos dos personajes tienen que ver con eso, con la cuestión de la adherencia al arrepentimiento. Sobre todo, en MK está bien marcado. Porque él estaba bien, estaba cómodo, hasta que tocan a su familia. Ahí  enloquece y empieza a hacer la investigación que después le va a llevar hasta el otro personaje. Pero es impulsado por algo, o sea, no tiene un ideal superior. Es un interés particular. No quise que hubiera un héroe que estuviera por encima de todo. Todos tienen algo. Ninguno es perfecto.



La responsabilidad de la Historia


Resulta un poco incómodo situar a la novela en un género porque está basada en hechos reales que de alguna manera distorsiono o cambio en la ficción. La pensé en clave para que, si bien pudiera leerla todo el mundo, el lector que conociese la historia de Argentina o de Latinoamérica encontrase detalles que sucedieron. Los apellidos aparecen cambiados, pero un lector que conozca la historia se puede dar cuenta de quién estoy hablando. Mi intención era poner los momentos más importantes para hacer la representación, la lectura de la ficción. Por ejemplo, esa anécdota del teatro, cuando Frank Sinatra visitó Buenos Aires, sucedió. Digamos que elegí justamente aquellos momentos que pudiesen dar pistas para seguir la Historia. Necesitaba poner esos hechos determinados para cerrar el rompecabezas. Tal vez desde fuera se puede pensar que todo eso es una exageración, pero, como contaba en la presentación del libro, Clarín construyó un muro en mitad de una calle porque aquello les convenía. Lo del muro es  muy simbólico, muy representativo. La Justicia dijo que ese muro había que tirarlo, pero el Gobierno municipal afirmó que ahí estaba bien y se negó. Claro, ellos no tienen solo unos medios, la televisión paga el cable y son los que mandan la fibra óptica para ver Internet. Tienen contactos con el Gobierno municipal, son los únicos que pueden dar el cable a las escuelas y tienen esa plataforma que apoya sus manejos. En 2003, con el nuevo gobierno, se empezaron a conocer detalles del tipo “vos estuviste con los militares, vos apoyaste cuando quisieron derrocar el primer gobierno democrático, etc.”. Lo que hizo el Gobierno fue mostrar todo el poder que tiene este medio.


En Argentina es distinto.  Hay un sector que apoya al gobierno militar, que dice que fue bueno, pero lo hacen escondidos y no se manifiestan. En Chile, por ejemplo, hay gente que sale a la calle y dice Viva Pinochet, y acá me parece que también se hacía. No sienten vergüenza. Allá no, allá hay una cuestión más vergonzosa, si se quiere; “Yo estuve de acuerdo con los militares, pero lo escondo”. Sí hay una cosa muy de derechas que es mirar mal a la izquierda, y sobre todo a aquella que representa la juventud. Y a tener cierto odio. También surgió en estos últimos años la cuestión de la otra memoria, que supuestamente apoyan los que dicen que los treinta mil desaparecidos son mentira, que eran todos guerrilleros y se murieron porque era una guerra. Y no lo era. El poder del Estado iba y reventaba una casa que era de, o en la que estaba, algún pariente de alguien que militaba. Los levantaban para torturarlos y que dijeran dónde estaba el militante. Mis padres tuvieron que estar en varias casas y no manejaban armas ni nada. Eran simples militantes de izquierda. Para la otra memoria se trataba de una guerra con dos bandos. Pero no. Solo estaba el bando del Estado, que hacía todo lo posible para destruir cualquier intento de oposición o de pensar distinto. Era una persecución terrible.


Durante el gobierno de Menem en los 90, los militares que quedaron armaron las agencias de seguridad. Más tarde se descubrió la noticia y fueron detenidos. ¿De dónde sacaron toda esa plata para armar las agencias? No hubo subsidio del Estado ni ayuda. Tuvo que proceder de la plata que robaron. Robaban casas, se quedaban con casas y falsificaban los papeles de la propiedad. A algunos les hacían firmar para no matarlos y después los mataban y se quedaban con las casas. Toda esa plata que robaron proviene de un momento de mucha impunidad.



Francisca Pageo | Fabio Nahuel Lezcano

La conciencia del pasado


En Argentina, la situación se repite todo el tiempo de diferentes maneras. En octubre habrá elecciones y ya han empezado todas las operaciones financieras y mediáticas para ver quién se queda con ese pedacito de poder para seguir haciendo las cosas que hacen. Llegan las elecciones y el mundo se nos viene abajo, no sabemos si tendremos trabajo y empiezan las operaciones del miedo. Por eso decía que no podía acabar de otra forma la novela. Porque es así como sucede. Al poder le sirve que sea así, que sea cíclico, que cada tanto tengamos crisis que nos dejen a punto de desaparecer como país, que estemos endeudados y tengamos las diferencias que tenemos, que allá se notan bastante más. La juventud es, ahora mismo, lo único que da un poco de esperanza. El optimismo viene de que pudimos hablarles a esos jóvenes de lo que pasó, que por suerte no nos callamos. Probablemente caeremos en otros errores, pero este no lo volveremos a repetir. Ellos se apoyan en la memoria, si no tuvieran activa la cuestión de la memoria no podrían hacer lo que hacen. Por ejemplo, yo era muy chiquito cuando los militares "recuperaron" las Malvinas y entraron en guerra. Mi papá, que era un militante de izquierdas y estaba en contra de los militares, fue a la plaza para apoyar que el militar que en ese momento estaba en el poder pudiera entrar en las Malvinas. Son cosas contradictorias, pero estamos muy marcados por eso. Si las nuevas generaciones no tuvieran esa memoria, no sé si tendrían el optimismo ni la militancia. Como jóvenes quieren cambiar el mundo, el sistema, pero lo importante es que tienen conciencia de su pasado.


De chiquito iba con mi padre a los actos de la izquierda y siempre estuvo presente la memoria de aquel tiempo. Mi viejo me contaba anécdotas que de a poco me fueron marcando. Cosas que no podía imaginar, como cuando me contaba lo que se veía desde el colectivo al pasar por delante de Campo de Mayo y cómo, si a los militares se les ocurría sospechar algo, lo podían hacer pelota. Ellos iban a trabajar y el cochero les decía que se tumbasen en el suelo porque podían dispararles. También se reunían de manera clandestina… Son cosas que me formaron ideológicamente y que no podía dejar, por lo que tenía necesidad de contarlas en el libro.


Escribir es una necesidad. Siempre quise ser escritor. Escribía cosas desde chico, traté de pulirme, fui de un lado a otro, copié...  Pero es eso, uno tiene la necesidad de contar algo porque lo tiene adentro y tiene que sacarlo sí o sí. No sé si se tiende a pensar que va a desaparecer, que es como algo interno que necesita sacar. Y uno se da cuenta cuando esa idea que tiene o esa historia está buena porque uno la puede escribir y no hay cosa que la pueda interrumpir. Justamente es una necesidad. Necesito contarlo ahora y terminarlo. Y quitarme esa necesidad. Pueden pasar muchas cosas en la vida personal pero eso va a estar. Una vez que uno se sube a esa vía ya no puede frenar hasta que llega a su destino. Uno tiene necesidad de contar. Lo que le pasó, lo que escuchó, lo que sucedió en la vida de tus padres o en la historia de un periodo de un país, pero siempre pasa con la necesidad de contar. Si no la tuviera, no sé que haría.



Agradecimientos: Miguel Fuentes (Cosecha roja).



Óscar Brox


Juan Jiménez García



comentar en el blog volver al índice