Saber bailar. (No, si se baila no voy) | por Pablo García Canga

Para Ruxandra, Manuel y Manuel, comunidad de baile.


La misa ha terminado | Nanni Moretti

¡Todos hablan de cine! ¡Todos se sienten con el derecho... con el deber de hablar de cine! ¿Hablo yo de astrofísica? ¿Hablo yo de biología? ¡Yo no hablo de cosas que no conozco! ¿Hablo yo de radiología? ¿Hablo yo de epigrafía griega?



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Voy a hablar de cosas que no conozco.


Yo rara vez bailo. Soy de aquellos que les cuesta sacar las manos de los bolsillos y a los que les puede la timidez.


Rara vez bailo, si acaso entre amigos, cuando ya es tarde y he bebido un poco, y la gente se divierte y quiere que los demás se diviertan, y empujan y no juzgan, y basta con agitar el cuerpo y la cabeza y saltar, entonces, a veces, bailo.


(Y sin embargo cuando oigo algo de música, algo de ritmo, el pie se mueve solo. Pero es tan difícil que el resto del cuerpo siga. Es otro mundo.)


Voy a hablar de cosas que no conozco. Voy a hablar de baile.


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El pintor no baila.


¿Recordáis al joven paseante con aspecto de Courbet de En la ciudad de Sylvia? ¿Lo recordáis en el bar Les Aviateurs? Allí bailan todos, todos, salvo el joven paseante, salvo el personaje que es apenas una mirada. Allí baila todo el mundo pero él se empeña en hablar. Allí la chica más guapa baila con el tipo más alto. Allí bailan todos menos tres chicas góticas y ese joven que dibuja esbozos y tres chicas góticas.


Y en otra fiesta, el pintor de Un été brûlant, de Garrel, tampoco baila. Todos bailan, empezando por su mujer, todos bailan, y lo que parecía bailar cada cual de su lado va confluyendo en una coreografía y acaban todos haciendo corro en torno a la mujer del pintor enredada en otro hombre alto y bailongo.


Todos menos el pintor. El baile es otro mundo. Un lugar al que no tiene acceso. ¿Muere de no bailar?


¿Bailaba Louis Garrel en Les amants réguliers? Que yo recuerde no. Es el hombre serio. Es aquel que no baila. ¿Porque no quiere? ¿Porque no puede? ¿Porque no sabe? ¿Qué es lo que no sabe? ¿Qué secreto les ha sido dado a todos menos al pintor?


El pintor no baila, mira.  Y sin embargo a Mondrian le encantaba bailar.


La misa ha terminado | Nanni Moretti

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En una película de Stanley Donen, Boda  real, una bailarina le contaba a Fred Astaire cómo empezó a bailar. Tenía once años, y se enamoró de un chico más mayor, mucho más mayor, trece años, y el estar enamorada la hacía tan feliz que se tuvo que poner a bailar. Más tarde pensó que si el ser feliz la hacía bailar, a lo mejor bailar la haría feliz.


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Oye, ¿qué tipo de fiesta es? No acabaréis todos en corro y yo tirado en un rincón, ¿no? No, si se baila no voy. No, entonces no voy. ¿Qué opinas tú, voy? ¿Se notará más si voy y me quedo aparte o si no aparezco? Iré, iré y me pondré así, junto a una ventana, de perfil, a contraluz. Vosotros me decís: “Michele, ven”. Y yo: “Id vosotros, yo voy ahora”. Voy, nos veremos allí. No, no me apetece. No voy, no. Sí, adiós. Hasta pronto, buenas noches.


En Ecce Bombo Michele tampoco baila. Bailan los otros. Baila el amigo barbudo, bailan los otros personajes en una de esas escenas bailadas que hay en casi todas las películas de Moretti, de pronto entra la música y todos, casi todos, se ponen a bailar. Contagio del baile. El cineasta hace bailar. Pero no baila.


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En realidad mi sueño ha sido siempre saber bailar bien. Flashdance se llamaba aquella película que me cambió definitivamente la vida. Una película sobre baile, saber bailar. En cambio yo al final me encuentro siempre mirando, que también está bien, pero es otra cosa.


Aunque Moretti está siempre en el umbral del baile, y baila en todas esas situaciones en las que bailar no es bailar, en las que bailar todavía no es bailar. Baila en vespa, baila su cabeza al ritmo de Juan Luis Guerra, baila ante la tele... Aunque está siempre en el umbral, no lo atraviesa. El baile es un mundo perdido. Un exiliado del baile.


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Quizás si hubiese crecido en Emilia Romagna, donde hay centros culturales...


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Quizás si la vida hubiese sido diferente. Exiliado de la vida posible, de la vida soñada. En Palombella Rossa, tras la derrota, repetirá que había imaginado la vida de otra manera, algo diferente, y mejor.


De niño la había imaginado de otra manera, pero ese es un tiempo que no volverá. El tiempo en el que la vida estaba por imaginar y todavía había tiempo para aprender a bailar. El tiempo en el que el cardenal Melville todavía podía imaginarse actor y no Papa.


Una vida diferente, mejor. ¿Mejor cómo? ¿Mejor bailada?


(Si al ser feliz bailo, al bailar seré feliz... Una vida feliz, una vida plena y no estos fragmentos. Una vida que al bailar se recompone. Una vida como un pastel, una vida como una Sacher-torte)


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¿En qué género os habría gustado vivir? No, por favor, que nadie responda en una película de gánsteres. Dejad de leer esto. Caimanes.


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La vida podría haber sido otra cosa, una película cantada y bailada, aquí viene el negro zumbón, Silvana Mangano... 


Moretti baila una vez en Caro Diario. Entra en un bar. Un travelling magnífico le sigue y termina dejándole para ir hacia un televisor donde Silvana Mangano, en un fundido, pasa de ser monja a bailar el negro zumbón en una especie de cabaret.


Frente a Moretti, en la tele, baila Silvana Mangano. Detrás de él, un mostrador de pasteles. Se pone a bailar, siguiendo los movimientos de la actriz.


Quizás esta vez puede bailar porque tiene las espaldas bien cubiertas, lo respaldan unos pasteles. Su otra pasión. El cine y los pasteles. Y la pasión fallida, el baile.


(9 bis


No sabe bailar, pero la cámara se desliza, como en aquel plano de Melodías de Broadway en el que Fred Astaire  y Cyd Charisse, caminando de noche por un parque, se deslizan del caminar al bailar, sin que se pueda distinguir el momento en que el caminar pasa a ser baile. Estábamos allí, estamos aquí.


La cámara se desliza, avanza hacia la tele, la cámara a menudo avanza en Moretti, de película en película esa manera de avanzar en una pastelería o en un apartamento. Cuando la cámara avanza por un pasillo pasa algo. Pasa lo que pasa. Momentos de gracia. Quizás por eso sea tan bella la primera parte de Caro Diario, donde casi todo es avanzar, todo es ir hacia delante en Roma. )


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La misa ha terminado | Nanni MorettiLa vida podría haber sido diferente. ¿Una comedia musical? Muy bien. ¿Y con pasteles? ¿Una comedia musical sobre un pastelero trotskista en la Italia de los cincuenta?


A falta de saber bailar, hacer bailar, mirar bailar. Hacer bailar para poder mirar. En la mayoría de las películas de Moretti llega el momento del baile. Entre otros momentos (baile, deporte, pasteles…).


(En Habemus Papam el Vaticano baila. El mundo más envejecido y cerrado, y sin embargo el más infantil, se pone a bailar. Suspensión de la realidad. ¿Pero quién ha dicho que el cine tenga que ser realista? ¿Quién ha dicho que tenga que ser verosímil? No el Vaticano real, sino un Vaticano de Moretti, donde se puede bailar y el Papa puede renunciar. Puede pensar en renunciar. Lo que podemos imaginar es, de alguna manera, en algún lugar, real.)


Y en Aprile parece por fin llegada la hora de la comedia musical, del pastelero trotskista. Hace años que no la veo. Pero la recuerdo dilatada. Corta y sin embargo dilatada. El baile que no llega, el baile postergado. La ansiedad del sueño que puede al fin cumplirse y que no es tampoco eso, no es lo que había imaginado.


Hasta que al fin Moretti llega en Vespa al estudio, y se lanza el número. Una inmensa pastelería llena de pasteleros bailando. Otro mundo. El mundo paralelo de las comedias musicales. ¿El mundo mejor que el niño había imaginado?


Y entonces vemos el contraplano. Entonces vemos al equipo de rodaje. Con los pies fijos en el suelo se balancean al ritmo de la música. Se mantienen en el umbral del baile. Como Moretti, el cuerpo quiere bailar, el cuerpo pide baile, y sin embargo no baila. No sabe. Pero se balancea. La mirada se balancea. La mirada baila.


La misa ha terminado | Nanni Moretti

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Quizás, quizás sea esto lo que había imaginado. O quizás no, el cine no se detiene. Otras películas siguen. Quizás sólo era una maniobra de distracción. Vuelta a empezar. Película siguiente. Seguir buscando. Volver a jugar. No, tampoco era esto lo que había imaginado.


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Primera casilla: Snoopy baila. Por el rabillo del ojo ve una hoja caer de un árbol.


Segunda y tercera casilla: Snoopy baila acompañando la lenta caída de la hoja.


Cuarta casilla: La hoja ha llegado al suelo. Snoopy se inclina.


Y dice:


Gracias por el baile.


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Sueños de oro | Nanni Moretti