En algún momento del pasado siglo, la literatura negra llevó a cabo un giro de 180º y descubrió una serie de voces, marginadas durante bastante tiempo, que cambiaron el panorama del relato criminal. Por mayoría absoluta, la violencia hiperbólica se dio la mano con la clase de profundidad psicológica que laminaba cualquier asomo de ironía en una intención como la de penetrar en la mente del asesino, el loco o el maleante. De esta manera, el género negro añadió varias capas más de nihilismo y desesperación a unos relatos que anunciaban un viraje moral cada vez más sórdido y turbulento.
En negro sobre negro nos planteamos construir una genealogía de ese giro brutal hacia lo turbio, desde sus accidentes iniciales hasta que obtuvo su reconocimiento dentro de la literatura criminal. O, lo que es lo mismo, desde esos pequeños retratos de la miseria moral que afloró tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial hasta que los personajes marginales que podíamos observar en el segundo plano de un polar adquirieron entidad propia hasta alcanzar el protagonismo. En otras palabras, el camino que lleva a la literatura noir hacia su agujero negro.