Y tú sabrás que yo jamás na, na, na
Seré feliz sin tú querer na, na, na
- Has llorado.
- Sí. Tú también.
- Sí. Soy muy llorona.
- Yo también. En el cine. El resto me da igual. Estaba bien verla ahora, después de que el Papa haya pasado por aquí. ¿Te ha gustado?
- He llorado.
- No es lo mismo. Yo a veces lloro con películas muy malas. Con casi todas las que terminan bien.
- No recordaba que llorases en el cine.
- Ha pasado mucho tiempo. A lo mejor entonces no lloraba.
- Será eso.
- ¿Te acuerdas de cuando vimos La habitación del hijo?
- No. No sabía que la vimos juntos.
- Sí, aquí, a la vuelta de la esquina, en los Ideal. Debe hacer diez años. En esa también lloramos. Creo. Debimos de llorar; es difícil no llorar con esa película. Es curioso, hay películas de Moretti que son muy de llorar. Uno piensa que es un tipo gracioso pero la verdad es que hace llorar. ¿Te acuerdas en La habitación del hijo? Esa secuencia en la que visita la habitación del hijo, la del título, la habitación vacía, vaciada por la ausencia del hijo, por el hijo perdido, pero resulta que eso sucede antes de la muerte del hijo.
- No, no me acuerdo.
- ¿En serio?
- En serio.
- Pues fuiste tú la que habló de esa secuencia al salir del cine, fuiste tú la que se dio cuenta de que la película no iba, no solo, de una familia que perdía a un hijo, sino de cómo perdíamos a los demás cuando intentábamos que se conformasen a la imagen que tenemos de ellos. Fuiste tú la que dijo que esa secuencia era muy fuerte, porque venía antes de la muerte del hijo. El padre ya había perdido al hijo antes de su muerte.
- No me acuerdo.
- Yo sí. Es de las pocas cosas que recuerdo de cuando estábamos juntos, los dos saliendo de ver La habitación del hijo y tú hablando de la película. En la película de hoy había una secuencia muy parecida, la de Moretti que entra en su habitación en casa de sus padres y va viendo sus viejas cosas, un balón de fútbol, las zapatillas, la bolsa para llevar las zapatillas, una bola de goma… Luego sabremos que la bola de goma se la dieron un día que su madre le compró unos zapatos. Es la misma escena. Aquí Moretti es el hijo y en la otra era el padre. Quizás sea eso hacerse mayor. ¿Tú has tenido hijos?
- Todavía no.
- Todavía.
- Todavía.
- En una es el hijo y en la otra es el padre, pero la habitación es siempre la habitación del hijo. Es raro, porque Moretti hace la película sobre la muerte de un hijo cuando tiene el suyo, y la de la muerte de la madre cuando, si no me equivoco, todavía está viva. Moretti no filma lo que le pasa, sino aquello que teme pueda pasarle. Filma sus miedos.
- ¿Qué quieres decir?
- No lo sé. No sé qué quiero decir, me ha salido solo, será mentira. Qué bien filma Moretti los apartamentos. Los travellings hacia delante y hacia atrás que hace por los pasillos a mí me dan ganas de llorar.
- Otra vez.
- Otra vez. Creo que en algún sitio he leído alguna crítica a Moretti como cineasta, que es un tipo inteligente pero no un buen director; yo la verdad es que no lo entiendo. Sus travelllings hacia delante son muy bellos, es como si fuesen al mismo tiempo evidentes y misteriosos. Cuando se encierra en la habitación a hablar a su madre muerta, hay un travelling por la puerta hacia el pasillo, un plano muy raro, porque luego volvemos dentro y él hace su monólogo. No entiendo cómo llega a hacer ese travelling. A montarlo ahí. Eso es instinto.
- No me he fijado en los planos. Yo no me fijo en esas cosas.
- No pasa nada.
- Ya sé que no pasa nada.
- Ha sido reflejo. Antes te rayabas por esas cosas.
- Ya. Debe ser eso hacerse mayor. Lo que quería decir es que no me he fijado en los planos, y tampoco he entendido muy bien la historia, es como si no hubiese historia, solo las relaciones que tiene con los otros personajes, escenas pequeñas. La verdad es que me parece como si faltase algo y, al mismo tiempo, me ha emocionado mucho.
- La historia son esas relaciones. Parece que sean historias pequeñas y separadas, pero en realidad todas hablan de lo mismo, de egoísmo y de generosidad, o más bien de si se puede hacer algo por los demás. Me pregunto si Moretti pensó enseguida en hacer una película sobre un cura o si es que con ese personaje las relaciones se hacen aún más complejas y un punto simbólicas. Es lo mismo que La habitación del hijo. Aquella parece que va de la muerte de un hijo, esta parece que va de un cura, pero en realidad esos temas son los que hacen cristalizar todos los pequeños fragmentos de egoísmo y dificultad. La verdad es que cuanto más lo pienso, más parecidos encuentro entre las dos películas, no solo la misma forma de filmar los pisos, lo de la habitación vacía, también lo de ser películas más serias que las otras, las películas serias de un cineasta cómico. Y, si te fijas, en las dos películas Moretti hace un trabajo que consiste en escuchar a la gente. Al fin y al cabo, se supone que el trabajo de psicoanalista es una variante del de confesor. Y yo creo que en las dos pasa lo mismo, uno puede trabajar escuchando a los demás, pero con los amigos y, sobre todo, con la familia no es lo mismo, uno no puede ser el confesor de su padre, ni el psicoanalista de su hijo. Y al mismo tiempo dice en esta película que hay cosas que solo pueden hablarse con los padres, que no se pueden hablar con un extraño, por mucho que sea un profesional de la escucha. ¿Sigues yendo al psicólogo?
- No.
- ¿Te curaste?
- No estaba enferma.
- Era una broma.
- Ya.
- De verdad, era una broma.
- No tiene gracia.
- Me acuerdo que tú me decías que tenía que ir al psicólogo.
- ¿Y has ido?
- No. No me fío de los profesionales. Mira los profesionales de la religión. ¿Viste al Papa?
- Fui con mi madre
- ¿En serio?
- Sí, qué pasa, le hacía ilusión.
- Yo creía que tu madre era atea.
- Pues no.
- ¿Y tú crees?
- No lo sé.
- Yo fui a ver si filmaba algo, pero la verdad es que me agobió mucho la masa. Y además me parecía obsceno. Como que algo no cuadraba entre la idea que me hacía del cristianismo y lo que vi, era como un inmenso campamento de verano, una invasión de la ciudad, se iban gritando de un lado a otro, me parecía que Jesús les daba bastante igual.
- Tú que sabrás.
- Digo que me parecía.
- Yo hablé con alguno y eran majos. Y creían.
- Si tú lo dices.
- Lo digo.
- Bueno. En cualquier caso me parecía lo contrario de la película que acabamos de ver. Aquí hay un esfuerzo por comunicar, de persona a persona, aquí se ve un cristianismo que es lo contrario de la propaganda. Aunque tampoco diría que es una película muy cristiana. O sí, retiro lo dicho. Es como la siguiente, Palombella Rossa. En una es “qué quiere decir ser comunista hoy” y en la otra “qué quiere decir ser cristiano hoy”, pero lo importante en esas preguntas no son las ideologías concretas, sino la pregunta, la incertidumbre sobre cómo podemos relacionarnos con los demás hoy. Por eso es tan fuerte el final. Con él hablándoles, diciendo que es feliz. Por cierto que la sonrisa de Moretti cuando está de buenas es luminosa, y cuando está de malas la película es muy dura. Pega unas hostias… Como esa hostia que le pega a la ventana, y que es como una hostia a la emoción, porque estaba entrando la música y de un puñetazo se corta, como si dijese “joder, tampoco nos pongamos autocompasivos…”
- Sigues hablando mucho.
- Sí.
- Y de cine.
- Solo de cine. El resto me da miedo.
- Miedo.
- Miedo, tengo miedo. No, lo que tengo es admiración. Me parece increíble lo que hace filmándose a sí mismo. Qué difícil me parece. Alguna vez me he filmado, pero no así. La verdad es que me parece muy raro llegar a pensar en hacer un travelling sobre uno mismo. Avanzar hasta aislarse uno mismo. Es muy raro, de verdad parece que se está mirando, de verdad parece un actor filmado por un cineasta, quiero decir, con alguien mirándole. Me pregunto si hay alguien que se ocupa de eso en el rodaje. Otros saben filmar mujeres, hombres, niños... lo exterior. Moretti sabe filmarse a sí mismo, pero parece que sabe filmarse desde fuera. Yo sería incapaz de montar una película en la que saliese en casi todas las escenas. No sé, es como si fuese un animal diferente. ¿Cómo podría pensar un pez en un mamífero? ¿Cómo podría imaginarse un pez lo que es vivir fuera del agua?
- No creo que sea comparable.
- Yo creo que sí.
- No, porque podrías intentarlo, y a lo mejor al intentarlo descubres que eres capaz.
- Lo he intentado, y no ha funcionado.
- A lo mejor no lo has intentado lo suficiente.
- Siempre fuiste muy optimista, yo no, yo creo que llega un momento en el que es muy difícil cambiar. Yo soy como ese amigo que se queda. Tú me dejaste para cambiar, yo aproveché que me dejabas para seguir siendo el mismo y lamentarme.
- A mí me parece que has cambiado.
- ¿En serio?
- No, en broma. Claro, en serio. Te veo más tranquilo.
- Gracias. ¿Vas mucho al cine?
- No, no mucho. ¿Y tú?
- Sí.
- Me lo imaginaba.
- ¿A cuántos hombres has olvidado?
- ¿Qué?
- Nada.
- ¿Qué?
- Nada, una chorrada. Podríamos ir a bailar.
- Yo tengo que volver a casa
- ¿No te apetece ir a bailar?
- De verdad, no puedo. Me alegro de haberte visto.
- Yo también. Me alegro.
- Adiós.
- Adiós.