Festival Internacional de Cinema D’Autor de Barcelona 2012 | por Vanessa Agudo

La más esperada: l'Apollonide (Souvenirs de la maison close) (Bertrand Bonello, 2011)


D'AutorSe suele definir l'Apollonide como el retrato colectivo de un grupo de prostitutas en un burdel de finales del siglo XIX. En realidad, esta obra presenta un carácter anacrónico,  al incluir elementos ajenos al período en el que se ubica. Así, el momento y espacio en el que nos sitúa es la forma más atractiva de mostrar el nacimiento, transformación y mantenimiento de la sociedad capitalista en general, que podría ambientarse en una fábrica-colonia regida por un sistema paternalista. La historia se hace atractiva recreando este ambiente erótico, opresivo y cuajado de violencia. Pero no hemos de dejarnos llevar por las apariencias, el propio espectador no se encuentra en una situación tan diferente de la de estas mujeres, ya que lo que destacaría de la trama es el drama de la opresión: la esclavitud del dinero, el control de los ratos de ocio, el tiempo que debemos vender a un productor para poder subsistir.


Resulta chocante la inclusión de canciones posteriores al supuesto tiempo de la acción o el final contemporáneo. Bonello intenta, aprovechando las ventajas que ofrece el cine, superar las barreras del tiempo lineal. Así, durante todo el metraje hace hincapié en mezclar sueño y realidad, casi repetir escenas rutinarias, reutilizar motivos. La estructura de la película queda explicada en la escena de la tirada de tarot: las chicas consultan el tarot, y encima de la mesa se encuentran simultáneamente pasado, presente y futuro. Lo mismo hace Bonello, no existe un tiempo real sino que todo coexiste. Como en el recuerdo, que se refiere al pasado, se vive en presente y perdurará en un futuro. No hay una lectura definida, sino que todas las lecturas sobre el filme son válidas: lo ejemplifica esa misma escena donde todas las chicas  dicen lo que piensan sobre el tarot pero ninguna de las opiniones se da como válida. Es fascinante cómo los espacios parecen volverse circulares o cómo parecen repetirse en bucle las mismas situaciones, incluso los diálogos. Ante el mundo deshumanizado que las envuelve, cada una de ellas adquiere una actitud que no se verá limitada en el tiempo sino que perfectamente puede traspasarlo. Esa actitud concreta ha estado, está y seguirá estando allí. Así, poco sabemos de estas mujeres que, al entrar en la casa, pierden su identidad y se convierten en un todo homogéneo al servicio de un dueño.


D'AutorBonello ha sabido crear un sugerente catálogo de perversiones, una serie de prácticas que permanecían ocultas en la casa cerrada y que terminarán saliendo a la calle. Hay un interés por mostrarlo todo, como atestigua la pantalla partida o la reiterada presencia de espejos (1) acompañados por las puertas abiertas que abren la vía al comentario y al rumor de las trabajadoras. La existencia de esta esclavitud corporal se une a la idea de su mecanización. No es casual que uno de los clientes pida expresamente que su chica finja ser una autómata desprovista de voluntad y carente de mirada hacia su amante. El sexo se transforma en mecanismo sin sentimiento, sujeto a las leyes de la productividad. El cuerpo humano es meramente una máquina de placer, en un sentido muy cercano al que reflejan el Marqués de Sade o Hans Bellmer, sujeto a los designios -o instintos criminales- del patrón. “Yo soy el que pago, yo decido”, es la frase que emplea el sádico desfigurador de la mujer que ríe. Este es uno de los personajes más atractivos de toda la película, que sirve para explicar un poco el tema del anacronismo al que nos referíamos al principio de este texto. Aunque esté ambientado en el Siglo XIX – principios del XX en cuanto a su escenografía y vestuario, sus referencias fílmicas son del Siglo XXI. (2) La relación más clara está en la mujer que ríe, correspondencia femenina del Joker, igualmente marcado por una ambigua sonrisa sardónica. Pero, si vamos más allá, bien podría ser una víctima del psicópata que atormentaba a las pacientes de los cirujanos plásticos de la serie Nip/Tuck (Ryan Murphy, 2003-2010). Esta serie es capital en la estética cinematográfica contemporánea, pues también encontramos referencias a ella en La piel que habito (Pedro Almodóvar, 2011), incluso en la manera de rodar. El personaje en cuestión (The Carver) violaba a sus víctimas y dejaba la misma marca que luce nuestra mujer que ríe, infligida igualmente de manera grotesca por un amenazante cuchillo. Bonello incluye en su Apollonide una escena de venganza, y la resuelve con una impactante imagen que nos recuerda a V de vendetta (James McTeigue, 2005), tanto en su forma como en su contenido, un tanto revolucionario.Asimismo, Eyes wide shut (Stanley Kubrick, 1999) es otra de las fuentes que usa, en el baile de máscaras o la fiesta privada. En ambas encontramos esta visión de un ocio un tanto perverso de las clases adineradas. En l'Apollonide se han sabido utilizar libremente las referencias visuales y sonoras de diferentes épocas, rompiendo un corsé histórico que el cine se ha autoimpuesto durante mucho tiempo. Sin duda, y por todas las razones expuestas, estamos frente a la mejor película del festival.


Sangue do  meu sangue | Joao Canijo siguiente columna
 

El premio del público: Sangue do meu sangue (Joao Canijo, 2011)


La proyección fue presentada por su director, que muy humildemente nos dijo: “Podéis decir lo que queráis de la película, pero no os quejaréis del trabajo de los actores”. Y, en efecto, uno de los puntos fuertes de Sangue do meu sangue radica en su interpretación. Pero no es el único. Canijo explicó que trabaja con los actores la construcción de sus filmes y que, en esta película, buscaba destacar la pervivencia del amor aun en condiciones tan duras. Así, con esta premisa ensayan las diferentes situaciones y deciden cuáles funcionan mejor. Este sistema de trabajo, sostenido gracias a un equipo muy bien compenetrado que se conoce desde hace tiempo, produce una frescura remarcable en el resultado final, tanto que varios espectadores le preguntaron si los actores eran no profesionales o si las escenas eran fruto de la improvisación. Sin embargo, si hay una objeción hacia la película esta es, sin duda, el carácter un tanto rocambolesco, así como algunas escenas escabrosas o giros de guion un tanto forzados. En cualquier caso, hay que recordar el origen teatral en la construcción de la película, que precisamente nos advierte de que estamos dentro de una ficción y no en un documental sobre un barrio humilde. Por último, Canijo también explicó el proyecto frustrado de convertir esta obra en un díptico, relatando la misma historia a través de planos diferentes. Esperemos que puedan mejorar las condiciones de producción para seguir disfrutando de su cine.


Albert Serra vs. Carlos Vermut


Albert Serra y Carlos Vermut, representantes de una más que discutible escena nacional, son dos cineastas cuya obra, exhibida en esta edición del D’A, nos permite examinar dos estilos cinematográficos tan diferentes entre sí como personales en sus planteamientos.


A Diamond Flash (Carlos Vermut, 2011) no parece beneficiarle el hype que está viviendo, pues el peligro que corren las películas a las que la crítica sobrevalora es el de la decepción. Con todo, no se trata de una mala propuesta. Pero, aun con sus muchos puntos positivos, también tiene defectos. El principal escollo es, precisamente, lo que otros alaban, la conciencia generacional que planea sobre la película: sus referencias a ciertos cómics, grupos, locales, sus cameos (por ejemplo, el de Miguel Noguera), que corren el riesgo de alejarla de un público más amplio. De narración episódica, que parece ligarla a cierto tono tarantiniano -algo que, por otro lado, su autor no oculta-, Diamond Flash juega con toda clase de referencias, tanto locales (las polaroids de vacaciones o la receta que prepara una de las protagonistas, entre otros motivos) como externas, tales como sus guiños al cómic, al coleccionismo de cromos, las tiendas de discos o los pósteres de películas. Sin embargo, el problema llega en lo bien integrados que puedan estar todos estos referentes dentro del relato. Así, en una escena en la que encontramos a dos mujeres amantes, inspirada en Las amargas lágrimas de Petra von Kant, la fina línea entre el plagio y el homenaje exige una precisión considerable para que el pastiche funcione. Si tomamos como ejemplo el Kill Bill de Tarantino, observamos cómo las referencias están plenamente integradas dentro de la trama, sin por ello obstruir su narración. En Diamond Flash, en cambio, sí que parecen obstaculizarla por momentos. Aun así, hay que señalar que, gracias a su variedad temática, la película presenta muy buenas ideas, en especial, cómo plasma la vida cotidiana del superhéroe (explicada prácticamente en off) y las consecuencias que sufre su novia por el estrés laboral de este. De esta manera, el largo dirigido por Vermut aúna, a pesar de algunos defectos, imaginación y entretenimiento, lo que no es poco.


El senyor ha fet en mí meravelles | Albert Serra

El cine de Albert Serra, en cambio, es mucho más atemporal. Si tuviéramos que definir lo que es un autor, él sería un buen ejemplo, puesto que ha sabido unir su pensamiento a su estética, desarrollando una filmografía fuera de lo común que está más allá de toda clase de tendencia o moda lo que, a la larga, siempre es positivo. Con El Senyor ha fet en mi meravelles realiza un original ejercicio de ficción, que casi puede pasar por documental, lleno de espontaneidad. Su punto de partida nos invita a adentrarnos en el proceso de rodaje de una película de Serra, aunque en realidad no se esté rodando ninguna en concreto. Los actores se muestran fuera de cámara, en las comidas, las habitaciones de hotel o buscando las localizaciones. Hay diálogos que son improvisados, mientras que otras ideas fueron sugeridas por el director, como él mismo reconoció en la presentación de la película en el festival. Sin embargo, poco importan estos detalles, puesto que lo realmente logrado es cómo nos permite adentrarnos en este supuesto rodaje, haciendo que podamos imaginar cualquier otro suyo. De este modo, los actores se muestran a sí mismos como personajes, ya que su propia personalidad, sus anécdotas, su manera de comportarse, son ya una buena película. Ellos son ya de por sí personajes, de los que Serra extrae todo el jugo según sus propios intereses. Hay un sentido del tiempo dilatado que hábilmente es capaz de transmitir simultáneamente tanto la emoción de construir una obra de arte como la parte de trabajo y de rutina que conlleva el realizarla. Y es que si hay algo fascinante en el cine de Serra y, en especial, en este filme es cómo transmite su personalidad, su cultura. Así, se reconoce un espíritu, una identidad catalana en su cine, que en cualquier caso no aparecen forzadas sino como parte, a través de referencias o símbolos, de la propia trama de sus películas. Un espíritu que queda plasmado de forma natural, dotando a sus propuestas de una sensibilidad que es difícil encontrar en el panorama actual.  Aún así, Serra bromeó con su nueva película, diciendo que era diferente, que tenía sexo, violencia y esas cosas. Estaremos también impacientes por descubrir esta nueva faceta.


Romance Joe | Lee Kwang-kuk

Recuerdo del BAFF: Romance Joe (Lee Kwang-kuk, 2011)


Resulta inevitable comparar esta película con las de Hong Sang-soo, con quien nuestro director, Lee Kwang-kuk, ha trabajado en diversas ocasiones. Ambos comparten un sentido del humor desenfadado, así como la particular manera de narrar sus relatos a través del punto de vista de diversos personajes. En Romance Joe percibimos el interés por la tradición oral, el arte de contar historias que se enlazan y completan entre sí. Como si de Las mil y una noches se tratara, los personajes se dan cita en diferentes espacios, habitualmente en el interior de un cuarto, completando en las diferentes escenas el episodio que ha empezado en la anterior. El hilo conductor se sitúa en la figura de un director de cine desaparecido, al que todos aluden en su parte de relato. El tiempo adquiere un movimiento pendular, situándonos constantemente en el presente y en el pasado, sin que se nos dé al final una conclusión de la historia. Sin embargo, es en este recorrido donde conseguimos captarla y unirla, pues es el espectador quien debe recomponer el sugerente puzzle que está dividido en las diferentes escenas. De esta forma, se juega constantemente con la realidad y la ficción, pues los personajes cambian sus roles de tal manera que no sabemos exactamente qué parte es real. Lo interesante es observar cómo la película se va realizando a sí misma, hasta que llega a un punto en el que deja de avanzar y rompe con toda ilusión de continuidad, dejando bien claro que es una construcción. Una decisión que parece advertir una forma clásica de la narrativa coreana contemporánea, y que convierte a Romance Joe en una de las mejores piezas de todo el festival.


siguiente columna
 

Algunos autores consagrados


Into the Abyss (Werner Herzog, 2011)


Que esté en contra de la aniquilación de un ser humano no significa que me caigas bien.”


Werner Herzog siempre ha tenido una capacidad innata para llevar a sus entrevistados hacia las respuestas que le interesan. Así lo vimos el año pasado en Cave of forgotten dreams, y así lo repite en Into the Abyss, su alegato contra la pena de muerte. Su facilidad para superar las barreras estilísticas del documental, transformándolo en inquietantes pedazos de realidad, se traduce en este caso a través de las sorprendentes declaraciones de sus personajes, todos con un nexo en común: un triple asesinato en Texas. Herzog extiende este hilo argumental por las diversas capas que componen la sociedad, que se ve retratada con todas sus carencias -los criminales provienen de familias desestructuradas, uno de ellos prácticamente ha crecido en la cárcel, el otro ha sido un indigente. Entre las escenas de entrevista encontramos la inclusión de material documental de la policía, integrado en el metraje como si se tratase de found footage, que constituye uno de los momentos más tensos de todo el filme y, paradójicamente, de los más atrayentes desde un punto de vista estético. La técnica de las entrevistas suele ser dejar hablar libremente al interlocutor, con la aguda puntualización de Herzog en el momento apropiado. Por eso resulta especialmente conmovedora la escena en la que un ex funcionario de prisiones, un verdugo, relata el momento en el que su trabajo se le hizo insoportable, hasta el punto de tener que abandonarlo y vivir retirado en su hogar. Con esta escena de fondo cristaliza todo el terror que se desprende de esta práctica, contra la que Herzog sabe situarnos de manera sutil y algo retorcida.


Aller au diable (Claire Denis, 2011)


Destinado al Jeonju Digital Project de 2011, Claire Denis se adentra en Aller au diable  a través las tierras del Surinam para hablarnos de Jean Bena, de la tribu aluku. Aparte de la manera en la que trabajan en las minas o cómo les ha sido prohibido cazar en el bosque, una tradición que han ido perdiendo, apenas llegamos a conocer más rasgos de la tribu. Así, aunque podamos intuir muchos subtemas, la película no acaba de profundizar en ninguno, presentándose como un ensayo de su próxima película, inspirada en la figura de Bena. De hecho, a lo largo de todo el filme el actor que deberá interpretarlo es un elemento preponderante, de tal forma que  adquiere casi más protagonismo que el propio Bena al ser entrevistado. La cámara se dirige a captar al joven intérprete imitando sus gestos; incluso, al final del mediometraje explica cuáles serán sus estrategias para reproducirlos. Sin embargo, Denis no acaba de aprovechar la materia prima de la que dispone, ya que podría haber obtenido un resultado mucho más sugerente basándose solo en el propio paisaje. De ahí que por momentos resulte un tanto tediosa, sin saber muy bien qué quiere explicarnos, al margen de proponer una interesante introducción a su próximo filme, en el que ya está pensando.


The Deep Blue Sea (Terence Davies, 2011)


Algunos de los puntos fuertes del filme de Terence Davies radican en el encanto estético de sus escenografías, los juegos de luz o el hipnótico uso que hace de la música. Sin embargo, a pesar de la belleza de sus planos, en la mayoría de los casos resultan vacíos en su grandiosidad. Desde la primera escena, cuya música es ensordecedora, Davies aspira a producir una especie de éxtasis en el espectador que pueda de alguna manera aproximarnos a los sentimientos de la protagonista, lo cual contrasta con la búsqueda de la construcción de su personaje con los mínimos elementos posibles, dando como resultado cierta falta de coherencia o incluso de contenido. Parece como si Davies empleara este recurso para dotar a su película de sutilidad, pero en el resultado final se echa en falta mayor información de las motivaciones de sus personajes. Así, resulta inevitable destacar la escena en la que, tras un pequeño temblor en el metro, la protagonista recuerda los tiempos de la guerra donde este mismo espacio era el refugio y el miedo intentaba superarse a través del canto de los ciudadanos. En esta escena funciona plenamente la apuesta de Davies, tanto en forma como en contenido, pero sin conseguir mantener esta maestría en toda la obra. Con todo, destaca entre la mayoría de propuestas del festival también por su enigmático final, capaz de dejar en la inquietud al hasta ahora cómodo espectador.


Life without principle | Johnnie To

Life without principle (Johnnie To, 2011)


No podemos objetarle nada a esta película: entretiene, toca temas económicos de manera graciosa, incluye personajes mafiosos entrañables, está construida de manera ágil... Sin embargo, To nos tiene acostumbrados a otro tipo de cine, quizás más kitsch, pero con una resolución formal distinta. Es el caso del To de El trío heroico, donde la historia, más trivial o delirante si se quiere, incorporaba recursos menos convencionales -como por ejemplo, el uso de cuatro pistas de sonido simultáneas o su aproximación a la técnica fílmica de la telenovela; una experimentación, rupturista, que no encontramos en esta última. Tal vez por ello, la forma de Life without principle sea tan convencional como su temática, si la comparamos con anteriores realizaciones. Así, el filme presenta dos líneas argumentales principales que, capitaneadas cada una por un personaje, acabarán convergiendo en un solo final, teniendo como elemento común el enriquecimiento de ambos protagonistas. To muestra, de una forma amena y sin perder el ritmo, la especulación que llevan a cabo los bancos en sus inversiones o el funcionamiento de la bolsa. Mientras, el foco de atención varía progresivamente concentrándose, más allá del reparto coral presentado inicialmente, en los avatares de ambos personajes. De esta manera, Life without principle transmite y apuesta por la naturalidad, en claro contraste con otras películas del festival.


Walk away Renée (Jonathan Caouette, 2011)


Hay algo perverso en el hecho de que un cineasta como Jonathan Caouette centre su obra en su propia vida y, más concretamente, en la de su madre enferma. Examinados bajo su lente, los retratos familiares rozan en ocasiones lo obsceno. Tanto que, en un primer momento, puede asaltarnos la idea de un fuerte debate moral sobre si es correcto o no exponer de esta manera a nuestros allegados; dudas que el propio cineasta se encarga de disipar en el díptico que forman el presente filme y su anterior Tarnation. El joven Caouette vio en su vida familiar un filón narrativo, su espíritu creativo se plasmó en la recopilación de material doméstico montado y combinado con escenas concretas más recientes. Así, resulta curioso el efecto que producen sus obras, porque ya no nos encontramos ante un ejemplo de docu-ficción, sino en la transformación de su vida en el filme mismo. Cuando su realidad cotidiana supera a muchas ficciones, la conclusión era lógica: ¿Por qué no hacer películas autobiográficas? Sin embargo, con Caouette nos asalta la duda de conocer hasta qué punto lo son. En Walk away Renée una serie de trágicos acontecimientos hacen que la madre de nuestro director se encuentre en las peores condiciones posibles durante un largo viaje que debe realizar. Enseguida, por la propia turbiedad del enfoque de Caouette, pensamos en lo cruel que sería revelar que la pérdida de sus pastillas no fue accidental, sino producto del guion -que haría tan atractiva como poco ética la forma de exponer el estado avanzado de su enfermedad. En cambio, si descartamos esta posibilidad, podemos acercarnos sin temor al filme, que consiste en una road movie muy lograda con una destacada presencia de la banda sonora, que establece todo el ritmo del metraje. Así, toda la vida de esta mujer pasa delante de nuestros ojos, observando todas las dificultades que ha pasado y sintiéndonos, de inmediato, un poco más cerca de ella. Al final, Caouette parece decirnos que, con todo, sigue siendo una buena madre, y el afecto que siente hacia ella queda impreso en la película, que acaba constituyéndose en una reflexión sobre la esquizofrenia y la denuncia de los problemas que encuentran las personas afectadas en su vida cotidiana.


comentar en el blog volver al índice
D'Autor

(1) “¿Por qué tantos espejos? […] Así, ninguna parte de ningún cuerpo podrá ser ocultada; es necesario que todo esté a la vista.” (Marqués de Sade)


(2) Me refiero a cómo usa las marcas (Vuitton, Guerlain...) que, aunque ya existentes, cuadrarían igual de bien en el contexto presentado como hoy en día. En lo que estoy pensando es en cómo Bonello se inspira en referentes contemporáneos y los solapa en su idea de burdel.